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¿La pandemia del pensamiento único?: Reflexiones más acá del cientificismo

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 No negar ni minimizar los peligros del virus. Cumplir con las recomendaciones para el cuidado de la salud. Rechazar el negacionismo de Trump y Bolsonaro. Escuchar a médicos y científicos. Pero, ¿quiénes son “los especialistas”? ¿Hay que obedecer ciegamente a la Organización Mundial de la Salud? ¿Se trata de una opción binaria “salud o economía”? ¿Es imprescindible y sano el “aislamiento social obligatorio”? ¿Quién y cómo se van a cuantificar las consecuencias sociales en los sectores populares? ¿Por qué se invisibilizan las causas de las pandemias? ¿Sirve que los medios cuenten los muertos en tiempo real? Como en la guerra: el miedo se impone, la disidencia se castiga y el pensamiento único se contagia. Investigadores, epidemiólogos, médicos, científicos, periodistas, economistas e indígenas se permiten plantear preguntas, aristas silenciadas y otros caminos posibles en tiempos pandémicos.

   Por Darío Aranda

   ¿Economía o vida?

“En Argentina instalaron una falsa opción, como dijo el Presidente: ‘Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida’. Pero una cuarentena puede contemplar la salud y la economía al mismo tiempo, en beneficio de ambas. ¿Cómo? Con una cuarentena selectiva de entrada. Limitada a los susceptibles. Porque es un principio básico de la epidemiología exponer a los no-susceptibles y no exponer a los susceptibles”, explicó a inicios de abril con didáctica docente Mario Borini, ex profesor titular de Salud Pública y docente de Epidemiologia en la Facultad de Medicina de la UBA.

   Su escrito apunta a los principios básicos de la epidemiología: al comienzo de la epidemia el aislamiento físico podría haber incluido a unas cinco millones de personas (4,5 millones son mayores de 65 años) y el resto, cerca de 40 millones de habitantes, podría haber mantenido sus actividades habituales, familiares, laborales, siempre con una política social para que la población mantenga los cuidados básicos de limpieza de manos, distancia física de metro y medio, barbijos y uso de protección en el personal de salud.

   Borini se hace la pregunta retórica de por qué el Gobierno no hizo lo epidemiológicamente obvio. Y él mismo responde: “Porque el sistema de salud está desquiciado. Mientras se prioriza declamativamente la salud, no hay capacidad para atenderla ni prevenirla de otra forma que descargando el gasto y la angustia en la población, cuyas condiciones habitacionales y laborales hacen insufrible la cuarentena y el parate económico”.

Borini explica que hay un conocimiento propio de las “ciencias de las poblaciones”, donde figura la epidemiología, pero también la estadística, la demografía y las ciencias sociales, que hoy no son escuchadas por el gobierno nacional ni por los provinciales. Resalta que se impuso una mirada relacionada a pruebas de laboratorio propias de la infectología-virología-inmunidad, sin tener en cuenta el marco de referencia social que debe existir ante cualquier epidemia. “La mirada impuesta está vinculada a lo que propone la industria de medicamentos (…). Además hay conflictos de intereses, como la OMS financiada por laboratorios comerciales y la Fundación Gates. Y ese conflicto de intereses penetra al ‘comité de expertos’ (del gobierno nacional), con Pedro Cahn de la Fundación Huésped, que es financiada por laboratorios comerciales”, cuestiona Borini.

   Menciona como contra-ejemplos a la Argentina a cuatro países asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), con cuarentenas selectivas, “pese a que los tres últimos superan a Argentina en el número de casos”. Y también señala a Suecia, con trece veces más muertos que Argentina con Covid-19: “Sus autoridades consideran que ‘es tan peligroso salir como quedarse en casa’ y que es indigno imponer a su población una cuarentena total”. Precisa que Costa Rica no hizo cuarentena y tiene la menor tasa de mortalidad de América Latina. “Alemania, con cuarentena parcial, tienen una tasa de ocho fallecimientos por millón de habitantes, que es ocho veces menor a la de Bélgica, con cuarentena total, nacional y obligatoria”, explica.

   Plantea que Argentina, con esta política ante la pandemia, no prioriza a la población respecto a la salud y la economía, sino que se prioriza el sistema de salud, “que a la espera de la epidemia no atiende ni siquiera en los consultorios habituales”.

   “El sistema de salud no tiene capacidad porque durante siete décadas hubo reducción de camas de internación en relación al crecimiento de la población, retaceo de terapias intensivas y respiradores, obsolescencia tecnológica, caída presupuestaria, desabastecimiento de insumos, no reemplazo de personal (por fallecimiento, jubilación, renuncia), magros salarios (…) Por eso se apeló en Argentina a la cuarentena total, para evitar el bochorno de la desatención masiva”, aseguró Borini.

   Sostiene que instalar camas de emergencia en “lugares impropios” como Tecnópolis es una muestra más de la “miseria que supimos conseguir” para el sistema de salud. Y alerta por las consecuencias de la cuarentena obligatoria: “De persistir con esta dicotomía entre salud y economía se profundizarán el empobrecimiento de la población y la extranjerización de la economía, con su grave y evitable efecto boomerang sobre la salud física, mental, social y ambiental, que habría que medir con el mismo ahínco que se pone en contar los casos afectados por el Covid-19”.

¿La pandemia del pensamiento único?: Reflexiones más acá del cientificismo
El centro sanitario instalado en Tecnópolis, con camas para 2452 personas.

   ¿Contar muertos?

   Otra voz disidente es la del virólogo y doctor en farmacología molecular Pablo Goldschmidt que cuestionó que decenas de países paren sus actividades por el Covid-19. Recordó que definir una enfermedad como “pandemia” no quiere decir algo grave sino un mal que sucede en muchos países. “El Covid-19 es muy contagioso, sí, como el resfrío, que es como muere la gente en los geriátricos. Antes no los contaban, ahora sí. Hubo más de medio millón de casos de neumonía en el mundo el año pasado. Hay un millón de personas que se pueden agarrar meningitis en África, y se transmite por la saliva, y los aviones van y vienen. Y a nadie le importa nada. A mí, cuando algo hace mucho ruido como con el corona… Se está teatralizando mucho. Desde el primer día dije que las cuentas no daban, como cuando apareció la gripe H1N1”, destacó.

   Goldschmidt es autor del libro La gente y los microbios, donde analiza el rol de las bacterias, virus, hongos, protozoos y priones, “seres invisibles” que afectan gravemente la salud, pero también son vitales para la existencia del pan, quesos, bebidas fermentadas y medicamentos. Cuestiona a la universidad británica Imperial College de Londres, fuente inicial de datos epidemiológicos de donde la Organización Mundial de la Salud (OMS) basó sus proyecciones de posibles muertes: 2,2 millones en Estados Unidos y 500.000 en el Reino Unido.

   El portal de noticias Infobae es el más leído de Argentina. En su encabezado contabiliza en tiempo real los contagiados, fallecidos y recuperados, en el mundo y en Argentina. Para el país contabilizan 241 muertos. Los diarios destacan mapas online para ubicar las provincias y ciudades con más afectados. Los canales de noticias informan con un “urgente” o “último momento” cada nuevo fallecimiento.

   Desde el primer fallecimiento, el 7 de marzo, Argentina contabiliza un promedio de 4 muertes por día. Muy lejos de las 31.916 muertes por neumonía e influenza del 2018, según el informe oficial “Estadísticas vitales”, del Ministerio de Salud de la Nación, un promedio de 88 fallecimientos por día.

   Al momento de escribir este artículo se contabilizan 244.229 fallecidos en el mundo por coronavirus. Mario Borini, médico de la UBA, recordó que en el mundo hay anualmente entre 400.000 y 600.000 muertos por gripe común (y está subdiagnosticada). Según la propia Organización Mundial de la Salud, cada año mueren 6,5 millones de personas por la contaminación del aire. “Sólo una de cada diez personas respira un aire que está en los límites establecidos por la OMS. Los otros nueve respiran aire que es nocivo para su salud”, afirmó en conferencia de prensa María Neira, directora del departamento de Medioambiente y Salud del organismo.

   Ningún portal de noticias, ningún canal de televisión, ningún funcionario contabiliza en tiempo real esos fallecimientos.

   Abordar la contaminación del aire implica poner en cuestionamiento el modelo económico contaminante, que es la base del capitalismo.

¿La pandemia del pensamiento único?: Reflexiones más acá del cientificismo
Postal de los medios en tiempos pandémicos.

   Desocupación y pobreza

   La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) emitió un informe sobre el futuro de la región luego de la pandemia: “Sus efectos generarán la recesión más grande que ha sufrido la región desde 1914 y 1930. El PBI caerá más de 5 por ciento en 2020. Se prevé un fuerte aumento del desempleo”.

   La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó el 29 de abril su reporte titulado “El Covid-19 y el mundo del trabajo” en el que advirtió que “casi la mitad de la población mundial podría llegar a perder los medios de vida”. Afirmó que el efecto pandemia y la suspensión de actividades tendrán un “efecto devastador”.

   “Casi 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, esto es, casi la mitad de la población activa mundial, corre peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento”, advirtió la OIT. Y prevé la pérdida de 305 millones de empleos a tiempo completo.

   Julio Gambina, economista de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp), explicó que Argentina terminará este año con una pobreza de entre 40 y 42 por ciento, con un desempleo de hasta el 12 por ciento y con irregularidades del empleo en torno al 40 por ciento. También alertó sobre la fuerte presión que habrá para mayor flexibilización laboral y reforma previsional.

   Gambina se caracteriza por sus opiniones económicas y sociales que privilegian a los sectores populares; quizá por eso no suele ser consultado en los grandes medios de comunicación y sí en los medios alternativos, comunitarios, cooperativos. Es un referente crítico al neoliberalismo y a los organismos financieros internacionales.

   “El debate entre salud y economía es falso, mezquino y miserable, que escamotea la discusión del qué hacer en la coyuntura y más allá en el tiempo para superar los problemas del presente”, afirmó Gambina. Y llamó a discutir el modelo productivo y de desarrollo, el sistema financiero y la inserción internacional del país. “La situación de emergencia habilita esta discusión, evitada por años de oscurantismo y hegemonía desbordante de ideología y política neoliberal”, destacó.

   Salud y ambiente

   El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) alertó en 2016 sobre el aumento mundial de las epidemias zoonóticas. Señaló que 75 por ciento de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal y que dichas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas (Fuente).

   El Instituto de Salud Socioambiental (Inssa) funciona en el marco de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. Se trata de un grupo de docentes y graduados que realizan desde hace nueve años una práctica educativa inédita llamada “campamento sanitario”, en el marco de la materia Ciclo Práctica Final, que consiste en instalarse durante una semana en una ciudad y, censo mediante, conocer y sistematizar los problemas de salud de la población. Ya llevan realizados 40 campamentos y detectaron incremento de abortos espontáneos, malformaciones congénitas, enfermedades oncológicas y aumento de los casos de mujeres que no pueden completar sus embarazos a término. Perfiles epidemiológicos vinculados al modelo agropecuario con uso masivo de agrotóxicos.El Instituto de Salud Socioambiental (Inssa) funciona en el marco de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. Se trata de un grupo de docentes y graduados que realizaron durante nueve años una práctica educativa inédita llamada “campamento sanitario”, en el marco de la materia Ciclo Práctica Final, que consistió en instalarse durante una semana en una ciudad y, censo mediante, conocer y sistematizar los problemas de salud de la población. Realizaron 40 campamentos y detectaron incremento de abortos espontáneos, malformaciones congénitas, enfermedades oncológicas y aumento de los casos de mujeres que no pueden completar sus embarazos a término. Perfiles epidemiológicos vinculados al modelo agropecuario con uso masivo de agrotóxicos.  

   Ante el coronavirus, emitieron un comunicado de análisis: “Las graves consecuencias de esta pandemia, desnudan la fragmentación, desfinanciación y vaciamiento que ha sufrido el sistema público de salud producto de las políticas neoliberales y la consecuente mercantilización de la salud”. Apoyaron la decisión de medidas que ponen el foco en la urgencia, pero remarcaron que solo “son acciones encaminadas a gestionar la enfermedad”, sin abordar políticas de fondo para un sistema de salud que permita enfrentar pandemias.

   El Inssa afirma que la crisis producida por la Covid-19 no representa un hecho aislado o fortuito, sino que emerge de condiciones que el mismo ser humano generó, por sus acciones u omisiones, ante la falta de un pensamiento crítico, previsor y solidario y se suma a varias zoonosis precedentes: SARS-CoV (2002), gripe aviar (2005), gripe A-H1N1 (2009), el MERS-CoV (2012) y el ébola (2014), “pudiendo todas ellas ser consideradas como enfermedades prevalentemente antropogénicas”.

   Afirma que es necesario buscar las causas de las pandemias en el modelo extractivo (agronegocio, minería, explotación petrolera), que provocó un deterioro progresivo en la salud de las comunidades y redujo la capacidad de la respuesta inmunológica humana ante diferentes agresiones. “Los modos de producción explotan nuestros territorios, con la consecuente contaminación del agua, aire y suelo con agrotóxicos, microplásticos, metales pesados y gases tóxicos, imponen la deforestación con corrimiento de la frontera agrícola, la explotación animal en condiciones deplorables, constituyen un medio de cultivo ideal para la génesis de mutaciones virales (…) Si no nos reconocemos como parte de un todo viviente, dinámico y naturalmente cíclico, será complejo salir fortalecides de esta crisis”, advierten los investigadores y docentes del Instituto de Salud Socioambiental.

   Se ha publicado mucho sobre la relación pandemias y ambiente. Matías Mastrangelo y Guillermina Ruiz escribieron un artículo que condensa las acciones humanas que repercuten en la salud de millones de personas. Titulado “Cinco formas en las que transformando el ambiente creamos una pandemia”, aborda el tráfico de fauna, la destrucción de ecosistemas naturales, la extinción de especies silvestres, y el cambio climático global y urbanización-globalización. Explican los cinco ejes de forma detallada y concluyen: “Nuestras formas de producir y consumir son grandes responsables de la pandemia, por sus impactos sobre la salud del ambiente, de la cual depende la salud humana. Es necesario gestionar mejor a la salud ambiental y humana, como una sola salud, la salud planetaria”.

   OMS y empresas

   “Lo recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS)”. “La OMS determinó que…”. “Hay que seguir los lineamientos de la OMS”.

   Funcionarios, políticos de distintos colores, periodistas de pelaje variopinto y, claro, mucho panelista televisivo/radial hace propios los dichos de la Organización Mundial de la Salud para justificar la cuarentena, seguir ciertas “recomendaciones”, hacer o no hacer determinada acción. Incluso gobiernos (desde municipales a nacionales) establecen políticas de “cuidado” según lo diga el organismo internacional.

   “LA OMS gestiona la pandemia financiada por farmacéuticas y multimillonarios”, escribió Miguel Jara, periodista español especializado en temas de salud, alimentación y ecología. Recordó, en base a información de la propia OMS, que el mayor financiamiento del organismo internacional proviene de la Fundación Bill & Melinda Gates (dueños de Microsoft) y de las grandes empresas farmacéuticas.

   La Fundación Gates aportó en un año 185 millones de dólares, precisa Jara. Lo que significa 95 veces más que España. Le siguieron en aportes las multinacionales GlaxoSmithKline -GSK- (7,7 millones de dólares), Novartis (6,9 millones), Sanofi Pasteur (6,1 millones) y Merck (2,4 millones). Jara remarca que se trata de las principales compañías fabricantes de vacunas.Es sabido que en el actual modelo económico quien paga es el que manda”, sentencia.

   Recuerda el antecedente de 2009, ante la gripe A, “nos decían que mataría a más de 100 millones de personas”, los laboratorios recibieron un trato preferencial para obtener la vacuna: desde apoyos económicos de gobiernos hasta evasión de protocolos de control (en la etapa de experimentación). Destaca que la británica GlaxoSmithKline (GSK) obtuvo la vacuna llamada “pandemrix”.

   “La vacuna provocó una multitud de cuadros de narcolepsia, una enfermedad del sistema nervioso”, cuestionó Jara y afirmó que ante el Covid-19 se están haciendo las cosas mal. “Nuestra salud no puede dejarse en manos de organismos mundiales que gestionan pandemias subvencionados por los fabricantes de los principales remedios para esas pandemias”, resumió.

   La Red por una América Latina Libre de Transgénicos (Rallt) difundió el 8 de abril un artículo de Sharon Lernet titulado “las grandes farmacéuticas se preparan para lucrar del coronavirus”. Quien a su vez cita a Gerald Posner, autora del libro Farmacéuticas: avaricia, mentiras y envenenamiento de América.

   “Las compañías farmacéuticas ven a Covid-19 como una oportunidad de negocio única en la vida (…) La crisis global será potencialmente un éxito de taquilla para la industria en términos de ventas y ganancias. Cuanto peor es la pandemia, mayores son sus ganancias”, resumió Posner.

   La investigadora detalla cómo las compañías logran millonarios financiamientos estatales y luego fijan precios exorbitantes para sus medicamentos. Precisa que, solo en 2019, la industria farmacéutica gastó en Estados Unidos 295 millones de dólares en “cabildeo”, eufemismo de lobby, manejo de influencias. La cifra es más del doble de lo que invierten las petroleras. “La industria farmacéutica es también muy generosa en sus contribuciones de campaña a legisladores, tanto demócratas como republicanos”, describe Posner.

   El martes 21 de abril el presidente Alberto Fernández recibió en la residencia de Olivos a las grandes compañías farmacéuticas, nucleadas en la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (Caeme). “Los directivos de los laboratorios se comprometieron a mantener las fuentes laborales y manifestaron su ‘compromiso con las políticas del Estado nacional’ para contener la pandemia del Covid-19”, señala la noticia del diario Página12. También remarca que las empresas realizarán una donación de 14 millones de pesos para la construcción de dos hospitales.

   Entre las empresas que se reunieron con el Presidente estuvieron las multinacionales GSK, Pfizer, BMS, AbbVie y MSD. “Durante el encuentro se destacó la importancia de potenciar todas las actividades referidas a la investigación y desarrollo en la ciencia y en la industria farmacéutica, en particular en tiempos extraordinarios como los actuales, y en general como una manera de mejorar la calidad de vida de la población”, señala el artículo del diario.

¿La pandemia del pensamiento único?: Reflexiones más acá del cientificismo
El presidente Alberto Fernández junto a representantes de las farmacéuticas, en la tarde del martes 21 de abril.

   Ciencia todopoderosa

   “Los especialistas determinaron que…”. “Los científicos recomendaron…”. “Las políticas que deben seguirse, según el comité de expertos, son…”.

    La casta política, y mediática, repite al unísono que se deben seguir acciones determinadas por un grupo muy reducido de especialistas en determinadas materias, casi siempre con una mirada biologicista por sobre lo social.

   “La pandemia nos ha permitido ver en acción, con plenos poderes, a una nueva forma de autoridad mundial. Una autoridad fundada en razones científico-técnicas, no políticas, que imparte sus órdenes mediante protocolos de actuación y no mediante leyes o normas. Puede ser difícil saber qué voluntades inspiran a los protocolos de la OMS, pero algo es seguro: no es la voluntad democrática de los pueblos, que no han sido consultados, ni siquiera a través de sus parlamentos. No obstante, la mezcla de miedo, respeto a la autoridad científica, y la prédica constante de los medios de comunicación, legitiman y convierten a esos protocolos y recomendaciones médicas en mandamientos sagrados”, alertó el periodista uruguayo Hoenir Sarthou.

   Su crítica apunta también a las consecuencias sociales del parate mundial. Su planteo, a diferencia de Donald Trump o Jair Bolsonaro, es por izquierda y preocupado por los sectores populares: “¿Cuántos niños y adultos, además de los que mueren cada año, morirán de hambre este año y el que viene a consecuencia de este inédito mandato de detención “sanitaria” del mundo? ¿Alguien habrá hecho el cálculo? ¿Habrá comparado esos números con los de potenciales muertes por el virus?”.

   Alicia Massarini es doctora en ciencias biológicas, investigadora del Conicet y crítica del rol de la ciencia hegemónica, representada en Argentina por, entre otros, Lino Barañao y Rodolfo Salvarezza (ex y actual ministro de Ciencia). Cuestiona el rol de la ciencia como una voz de “autoridad” y llama a debatir la representación social, el imaginario, que recae sobre la ciencia como portadora de la verdad. “La ciencia es un pilar del sistema capitalista”, resume.

   Aclara que, ante la pandemia, no hay una sola opinión científica. No hay un consenso. Y lamenta que en Argentina se esté dando un enfoque “reduccionista” del rol del saber científico frente al virus. “La idea de que los gobiernos sean asesorados por llamados ‘especialistas’ le imprime una enorme pobreza al análisis. Porque en general se trata de epidemiólogos, médicos y virólogos. Se dejan fuera otras especialidades muy necesarias y pertinentes, como sociólogos, geógrafos y psicólogos. Una serie de especialidades que aportarán dimensiones indispensables ante este problema”, propone.

   Massarini, que es parte de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (Uccsnal), afirmó que hay falta de “transparencia” en las decisiones políticas basadas en supuestos argumentos científico-técnicos. Llamó a la necesidad de “abrir un debate político”, donde la ciencia sea una opinión más, interdisciplinaria pero sin ser la verdad que defina lo que necesita o qué debe hacer la población.

   “Estamos en un escenario que se requiere una democratización del conocimiento científico, dando cuenta de las limitaciones, teniendo en cuenta los contextos, que promueva nuevos conocimientos, junto a los actores sociales que forman parte del problema a abordar. No nos podemos quedar solo con el saber científico; hay otros saberes que tener presentes, hay que tener criterios éticos y todo debe ser parte de un debate político amplio”, propuso.

   Sobre las causas de la pandemia, no tiene dudas: “Es el avance del neoliberalismo, la mercantilización de la vida, la destrucción de ecosistemas. Las causas profundas están siendo invisibilizadas cuando se habla de un murciélago de China o un ‘virus invisible’”. Ante todo, llamó  a “no caer en el pensamiento único, no a la malvinización del problema”.

   Mario Quinteros es un dirigente del Pueblo Diaguita de Tucumán. Escribió una carta abierta que difundió por redes sociales: “La crisis que estamos viviendo está lejos de ser solamente una crisis sanitaria (…) Es una crisis sistémica de la globalización”.
   Señala que el futuro implica necesariamente cambiar las normas para no repetir los males producto de “la expansión de la economía que fuerza a una homogeneización, degradando el equilibrio en nuestras sociedades, impactando en ella y en nuestros cuerpos”.
   “Esta crisis mundial debe llevarnos a pensar otros mundos posibles, donde se busque restablecer el equilibrio que enuncia el Sumak Kawsay (el “buen vivir” de los pueblos indígenas, piedra basal de su cosmovisión ancestral, propuesta política, cultural y social)”, propone.

   Los pueblos indígenas plantean desde hace años el agotamiento del actual sistema de producción-consumo, exigen el respeto al territorio, que repercutirá en beneficio de la salud de la población. Quinteros llamó a la “construcción de otra normalidad, plural y diversa, que convoque a las sociedades del mundo a recuperar el equilibrio perdido detrás de la homogeneización, el derroche y la expropiación que provoca el extractivismo”.


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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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