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Las hojas de mi pileta nunca las voy a sacar

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Piletas, el último libro de Félix Bruzzone editado por Excursiones, sigue mezclando las dos vidas del artista: la de escritor con la de piletero. Un diario no tan íntimo que compila relatos y miradas de uno de los más interesantes escritores contemporáneos. Nuestra crítica. «Este diario nace de las impurezas: no es la pileta limpia modelo publicitaria la que da vida a estas historias. Estos relatos salen de las piletas con sarro, hongos y hojas flotando en su superficie».
Por Amalia Etchesuri para lavaca.org

Las hojas de mi pileta nunca las voy a sacar

Piletas, de Félix Bruzzone, fue editado por Excursiones.


Salamines con mentes macabras; lombrices-anguilas listas para la dominación global; los adoquines que Macri sacó de San Telmo que ahora se lucen en el barrio privado; la clienta rubia sirena; la clienta filósofa que asevera que su pileta tiene caspa; la clienta Waldorf que se pasea en tetas por el living junto a sus hijas; también en tetas; el químico que se creyó arquitecto y construyó su casa que parece un hospital; el Hombre Fernet; Ramón de la Petrobrás rescatista de animales; los caniches; las mangueras; sus pinchaduras; y, claro: las piletas. Todos estos seres y muchos más son los protagonistas del último libro de Félix Bruzzone: un diario con las notas que escribió en sus trece años de piletero.
Herzog, en sus clases magistrales, decía a sus alumnos que para ser buenos directores de cine primero tenían que ser barrenderos, porteros, meseros. En la cotidianidad, en esa alfombra mágica llamada realidad está todo el material que necesitamos para generar las más hilarantes historias. La realidad mata la ficción. Y eso no lo dijo Herzog, lo dijo mi madre.
Con el piletero Bruzzone tenemos un encantador ejemplo que confirma las palabras del alemán. Con Piletas, diario-bestiario-retrato surrealista, nos zambullimos en la líquida experiencia del cloro, de ácidos anti sarro, del mundo paralelo que transcurre dentro de los muros que encierran barrios donde algunos se sienten más seguros (pero que de todas maneras, por algún sentido del decoro desconocido para los que habitamos fuera de esos muros, tienen alarmas, perros guardianes y alambres electrificados), un mundo lleno de piletas. Y cada día de trabajo, o de descanso, quien va a mantenerlas nos da un relato.
“Toda una semana de lluvias no ayuda al piletero. O sí, ayuda a pensar. Como dice mi clienta filósofa: “Vos nene, tenés que hacer algo con todo esto, vos no sabés lo que estás haciendo, vos estás cambiando el mundo sin saberlo”. Mucho espíritu revolucionario veo en mi clienta. Mucho deseo de cambio en una época en la que no sé, ¿mejor guardarse? ¿mejor salir a romper todo? Con lluvia igual el piletero no sale… me gustaría que mi bomba no chupara agua, que pudiera explotar y ser verdaderamente útil a la revolución. Pero no se puede. Las revoluciones son cosas del pasado y a mí lo que me queda es escribir”.
Escribir es resistir. Cada pileta, cada jornada, es la posibilidad de ese relato que suma reflexiones filosóficas arrulladas por el zumbido continuo de la bomba de agua:
“Otro cliente filósofo. Se ve que los sábados son buenos días para reflexionar sobre la vida y el universo. Se me acerca y me dice: Qué lindo limpiar piletas. Yo la verdad ni la uso. Pero me da paz tener una pileta. Me da felicidad verla limpia. Y se ensucia tanto que es una pena. Se llena de impurezas. Bueno, es que la felicidad siempre es impura. Por eso es lindo tu trabajo. Limpiás la felicidad. Le sacás la impureza”.
Ese relato es el rumiar constante de la imaginación, es la bola de nieve del fluir de la conciencia. Es el piletero solo en la galería de la clienta rubia sirena, solo entre las cosas de ella, con el permiso de la curiosidad decubriendo sus anotaciones y dibujos en una libretita, sentado en la galería escribiendo historias con el humo de un cigarro:
“Es muy lindo fumar en tu casa. Con el cigarrillo en mis labios pensé que mis labios tocaban algo que vos ibas a tocar, alguna vez, pero que ya nunca tocarás. Sentí que te robaba un novio, o que yo mismo me convertía en tu novio. Un beso rayado, o raspado, por la diferencia temporoespacial más jodida, que es la del amor que no se da».
Y es el relato de clientes que no te quieren pagar, que no te quieren aumentar, que te dejan clavado, que te sirven un fernet para mitigar el calor, aunque sea muy temprano, que te invitan a su cumpleaños: las miserias y las bondades nadando de la mano en las aguas por limpiar. Pero no solo los clientes y el piletero se hacen escuchar:
“Me intercepta un sapo. Está preocupado por el tema dengue. Le dijeron que en Mercado Libre venden sapos como él, así de grandes, de gordos, a 300 pesos. Los buscan para exterminar mosquitos. -¿Pero eso no te viene bien a vos? Ahora en vez de revolearte por el aire te quieren, te necesitan. / -Es más complejo -dice. Y habla de que si lo venden va a sentirse un esclavo. Prefiere la libertad de ser revoleado. Volar es libertad”.
Cada relato de Piletas es la sombra que le pisa los talones a la realidad. Algunas canciones de nuestro folclore (vidalas, carnavalitos, chayas) tienen dos voces armonizadas sonando al mismo tiempo. Pero ocurre algo curioso: la segunda voz, la que suena más grave que la primera, está en otro modo, usa otras notas de las que usa la primera voz. Es como una sombra de la melodía principal, que acompaña copiando cada movimiento, hacia arriba, hacia abajo, todo lo que hace la primera lo hace la segunda, pero con su propio lenguaje. Las notas de Bruzzone suenan como esa segunda voz, que con su propio idioma, vuelo, perspicacia, picardía, hacen eco de la realidad. Porque, ¿qué es la realidad sino el relato que construimos de ella?
Cada hoja que cayó en esas piletas hicieron realidad el sueño de que Bruzzone nos cuente estas historias.
Este diario nace de las impurezas: no es la pileta  limpia “modelo publicitaria” la que da vida a estas historias. Estos relatos salen de las piletas con sarro, hongos y hojas flotando en su superficie.
Si Atahualpa le cantaba a los ejes de su carreta, nosotros le cantamos ahora a las hojas de nuestras piletas.
Por favor, hojas, no dejen de caer.

Piletas se consigue en librerías y/o escribiendo editorialexcursiones.com

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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