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Qué pasa en la Villa 31: Del desastre estatal a la organización barrial

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Crónica de otro sábado de pandemia en la Villa 31, tras las medidas oficiales que aseguraron “priorizar” a los barrios populares. El testimonio de una joven que volvió del aislamiento tras dar negativo al Covid, en una familia con tres casos positivos. En qué estado están las instalaciones del gobierno porteño. El aumento de la demanda de comida. La asociación entre empresarios y la iglesia para desembarcar en el barrio. Cómo se acomoda la solidaridad con referentes barriales confinados. Y por qué lo único que contiene y salva a las y los vecinos es la organización social.

Qué pasa en la Villa 31: Del desastre estatal a la organización barrial
Foto: Nacho Yuchark

Desde arriba se oyen dos voces que, contentas, gritan: “¡Eh, Javi! ¡Hola!”. Son Laura y su tía cruzando la pasarela que las devuelve a la Villa 31, después de pasar dos días en el Hotel Ibis de Congreso. Ambas van cargadas de bolsas de plástico con ropa y, si bien llevan los respectivos barbijos, la sonrisa se les nota en sus ojos achinados: “Volver a casa”, titula la más grande de ellas, acaso aliviada tras estar aislada bajo sospecha de tener coronavirus, con una diabetes y otras enfermedades encima.

Van pasando la canchita de fútbol –un deporte que ha vuelto a practicarse en Alemania y en la 31- y saludan a un hombre que vende pollos en el baúl de su auto. “No cambió nada esto”, dicen medio en broma medio en serio, ya que tampoco se fueron hace tanto. “No podemos malagradecer cómo nos trataron – dice Laura sobre los días de hotel- pero ya necesitábamos estar acá”.

Después de doblar algunos pasillos se adivina el por qué: varios metros antes de su casa sus ahijados, nietos e hijos salen a recibirlas.

Y entonces los abrazos ya dejan de esperar.

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Laura, una de las vecinas de la 31 que volvió al barrio tras el aislamiento: el test le dio negativo, pero su novio tiene Covid.

Falsos positivos

Después de dos días de espera tras el hisopado, Laura y su tía dieron negativo de coronavirus. Por eso vuelven. Según definen, están “desconcertadas”: el novio de Laura tiene el virus y, entre el estudio de él y la certeza del positivo, compartieron besos y mates en esta casa donde viven dos familias juntas: 8 adultos, 5 chicos. “Yo ya no entiendo nada”, dice Laura sobre esa distancia entre lo que se dice y lo que le pasó a ella. Ya no busca explicaciones, sino tranquilidad.

Es la segunda vez que parte de la familia estuvo en aislamiento solo durante mayo. Antes, a su prima –hija de la tía que acaba de volver- y a su ex pareja, confirmados de Covid, les tocó estar 21 días en una clínica.

Ahora es el novio de Laura, que pese a no tener síntomas se hizo el test presionado por la empresa de seguridad donde trabaja: positivo.A diferencia de aquella primera ocasión familiar, esta vez el Gobierno de la Ciudad las hizo esperar el resultado del hisopado a Laura y su tía en el Hotel Ibis: negativos, pese a los besos y los mates compartidos.

Laura: “Nosotros esperábamos que sea negativo el resultado de él, porque no tenía ningún síntoma. Encima, nos enteramos después de cinco días. Mientras, estuvo acá todo el tiempo, fue a trabajar, tomamos mate… ¡Hasta este martes tomamos mate!”, repite incrédula.

Una vez confirmado el positivo, el novio se acercó a la sala de salud del barrio y fue derivado a un hotel. Laura asegura que su novio está bien, sin síntomas, aunque aburrido del encierro y preocupado por el trabajo. La diferencia: “Para mí no fue tan dramático (el aislamiento) porque tengo mi grupo de contención. Gente de (la organización social) El Hormiguero me contuvo, mi profesora, mis compañeras, mis amigas. Pero él recién se está incorporando al barrio: es más duro para él por no tener compañeros”.

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Parte de las donaciones acopiadas en un local de la organización El Hormiguero en Congreso, antes de viajar para la 31 y otros barrios populares.
Foto: Nacho Yuchark

Laura cursa en el profesorado Dora Acosta que El Hormiguero mantiene dentro de la 31. Y gracias a algunas lecciones que aprendió dentro y fuera del aula, asegura: “Te voy a ser sincera: las organizaciones sociales son las que están conteniendo. La Secretaría (de Salud porteña) me dijo que iba a traer artículos de limpieza: jamás trajeron. Trajeron sí una caja de comida para dos personas, aunque sabían que éramos ocho acá. Yo tengo la suerte de tener contención, pero también pienso: hay gente que no tiene esto. ¿Cómo hace? Nosotros tenemos la ventaja de tener agua. ¿Y las personas que no tienen? ¿Y si no tenés trabajo? Está muy difícil la situación del barrio y si vamos a depender del gobierno, te morís adentro, como le pasó a mucha gente”.

Ahora que volviste, ¿cómo te imaginás los días que se vienen?

Se vienen días difíciles, más difíciles de los que ya pasamos. Por la economía, porque hay gente que no se cuida… ¿Cuántos casos habrá en dos semanas? Va a llegar un momento en que no den abasto: ese es mi miedo.

“Hasta que no te toca, no creés”, dirá Laura acaso sin saber aún si a ella le tocó o le espera algo peor, antes de subir una escalera espiralada para desensillar sus cosas en su cuarto-casa, siempre custodiada por dos gatos que también parecen haberla extrañado mucho.

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Foto: Nacho Yuchark

¿Quiénes gobiernan?

En el fondo de la 31 –hacia el Norte- no se ven tantos agentes del gobierno –algunos vecinos los denominan por sus trajes “los astronautas”, en una metáfora que reviste varias interpretaciones- como sí en la zona lindera a la estación de Retiro. “Es porque allá está la Secretaría (de Salud porteña)”, explican. La otra razón es que ésta es -aún- la parte con menos contagios.

Acaso una síntesis entre esta sub división del barrio es el “arco de desinfección” instalado en una de las tantas entradas que tiene la 31, como si fuera la única entrada. Según promocionaron desde el Gobierno porteño, la estructura tiene la misión de desinfectar autos, pero aún no funciona. Su escenografía habla por sí misma:

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Foto: Nacho Yuchark

Según se anunció en los medios – pero escasamente en el barrio- se sumarán otros dos arcos iguales en otros accesos y una serie de cámaras térmicas para detectar la temperatura corporal de las personas. Todo es parte de un operativo de desinfección y “búsqueda activa de febriles”: según datos difundidos el viernes por la mañana por el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, se hicieron 2.085 hisopados y 1.249 dieron positivos. Aun no se confirmó el número total, pero teniendo en cuenta este dato y estimando los anteriores, se debe suponer que los habitantes de la 31 hoy superan los 2 mil casos, sobre un total de 60 mil habitantes.

Una vez “detectados” el procedimiento para los sospechosos y/o contagiados sigue en uno de los búnkers que instaló el Gobierno de la Ciudad cercano al barrio, en donde paradójicamente funcionaba la “Terminal de Cruceros”. Allí dos guardias parecen tener órdenes de eyectar a “la prensa” y, mientras lo único que se ve hacia adentro son postas de salud detrás de un edificio vidriado, llega otro micro escolar que se sigue usando para trasladar a los pacientes de la villa.

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El micro escolar donde trasladan vecinxs del barrio. Foto: Nacho Yuchark

Hoy el gobierno porteño, intimidado por el juez Darío Reynoso, presentó el protocolo sanitario para aplicar en los barrios populares de la Ciudad. El juez lo intimó a hacerlo luego de dictaminar que no existía tal cosa. Intentaron demorar la presentación, pero el juez disuadió la demora con un argumento motivador: el plazo era hoy a las 11 o deberían pagar una multa de 30 mil pesos diarios por cada día de retardo, que deberían abonar los titulares de las carteras de Salud, Desarrollo y Hábitat, Espacio Público e Higiene Urbana. “Las circunstancias que se plantean en este proceso revisten importancia, gravedad y urgencia, en tanto se trata de la protección de los derechos y garantías de las personas que conforman un colectivo vulnerable en el marco de la emergencia sanitaria por COVID-19”, argumentó.

Esta mañana el protocolo fue entregado a la justicia.

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El otro centro sanitario que el gobierno porteño planea abrir, en el lugar preferido del Pro: Costa Salguero. Foto: Nacho Yuchark

A algunos metros, por esa misma vía olvidada de la Capital que bordea el Puerto de Buenos Aires y sus conteiners hoy varados, está el otro puesto sanitario que el gobierno porteño instaló en su lugar fetiche: Costa Salguero, histórico bunker electoral de Cambiemos. Sus guardias aseguran que “con este día” ( quizá porque es sábado, quizá porque hace frío) no hay nadie para conversar ni mostrar las instalaciones, que abrieron para la prensa el miércoles pasado. “Vino hasta la CNN”, comenta el guardia sobre la inauguración mediática de esas instalaciones que los vecines de la 31 aún no registran con precisión.

De ollas y CEO´s

En el barrio se nota que lo urgente hoy, más allá o más acá del virus, es la comida. Las viandas que llegan hoy sábado son principalmente producto de donaciones y se reparten a través de las organizaciones sociales o de las distintas iglesias, que a hacen a su vez puente con las empresas. Un ejemplo: las cajas con el sello de la campaña “Seamos Uno”, eslogan estampado en cada cartón que reparte la parroquia Cristo Obrero.

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Postal de la 31, frente a la sede de la parroquia Cristo Obrero donde se dona mercadería.
Foto: Nacho Yuchark

Seamos Uno se autodefine como “un grupo de personas, entidades y organizaciones religiosas, sociales y empresarias argentinas” que aspiran a “cubrir 4 millones de argentinos con el armado de un millón de cajas con productos alimenticios y de higiene”. Según relatan sus voceros, la idea nació “en un chat entre un empresario y un sacerdote” y creció hasta involucrar “directamente a más de 30 CEOs –muchos competidores entre sí– a las iglesias, a las organizaciones de la sociedad civil, a los referentes barriales y al Estado, todos coordinados y sin una sola reunión física”. En su web llevan los logos de quienes participan, incluyendo bancos como Itaú, empresas líderes como Mercado Libre, y medios como Clarín.

Otro ejemplo: la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT, organización que agremia a unas 15 mil familias productoras de alimentos) entregó esta semana mil bolsones de verduras a vecinos y vecinas de Villa Azul, el barrio que linda entre los municipios de Quilmes y Avellaneda, al sur del conurbano bonaerense, y que desde esta semana se encuentra aislado ante un brote de más de 200 contagios de Covid 19.

La organización La Poderosa, por su parte, lanzó una campaña con artistas y referentes sociales que logró una recepción de 6.000 viandas calientes para lxs 5000 vecinos y vecinas de esa misma villa, mientras siguen exigiendo justicia tras la muerte de su compañera de la 31, Ramona Medina.

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Entrega de 5.000 viandas calientes con carne, fruta y agua mineral. Foto: Gentileza La Poderosa.

Entre muchas otras, este tipo de acciones dejan otras huellas del trabajo que los movimientos y las organizaciones sociales están desarrollando en los territorios, visibilizando la dimensión política y económica que implica el mecanismo solidario: otros sistemas de producción, comercialización y de consumo, sustentados con una organización que nace desde los propios barrios.

No estampan logos en las cajas de comida.

Ni se parecen a favores o licencias disfrazadas de ayudas.

Construcción social

El barrio parece en silencio, pero no para. Dentro de cada escuela, comedor o casa se teje una estrategia de sobrevivencia que implica cocinar, cuidar, contener, ayudar, pensar y actuar, todo al mismo tiempo: “A veces tenemos miedo, pero enseguida lo sacudirnos, porque el miedo paraliza”, asegura Sandra, una de los motores de las distintas redes que confluyen en el jardín Sueños Bajitos, hoy convertido en centro de donaciones.

Otro ejemplo: hoy son pañales producidos por una donación autogestionada por la cooperadora del jardín de infantes Florencio Escardó y la escuela Leopoldo Lugones –que lavaca ayudó a coordinar- y viandas que facilitó la organización El Hormiguero, de la que Sandra es parte. La sala amarilla está convertida en un depósito de donaciones; Sandra señala las que son del gobierno, y las que llegaron vía organizaciones y personas: los montículos solidarios triplican a los estatales. No es solo una cuestión de cantidad, aunque también.

Sandra explica que cada vez más gente necesita donaciones ya que, por ejemplo, muchos comedores reciben del Estado mercadería para preparar comida solo para quienes estaban registrados antes de la pandemia. Ahora, con el trabajo parado, esa necesidad aumentó y, ante la demora de respuesta estatal, surgieron las respuestas sociales: “Acá repartimos unas 150 viandas para madres y padres de la escuela”, comenta, acaso como un hormiguero que se replica en cada manzana y que va cubriendo, poco a poco, la demanda que desborda y que estas últimas semanas sumó otro problema: muchas de las encargadas de cocinar y atender comedores y merenderos o están infectadas o están aisladas a la espera del resultado del hisopado, ya que estuvieron en “contacto estrecho” con algún infectado, algo muy probable dado el puesto que ocupan en esa trinchera.

El resultado es que faltan manos para hacer llegar las viandas y bolsones a quienes están encerrados en sus casas y la única forma de reunir hambre con alimento es acercarse al comedor, hacer cola y llevar la comida para toda la familia, e incluso, vecinos que no pueden moverse. Se sacrifica el contagiado menos dañado – en la jerga pandémica podría llamárselo “asintomático”- por el resto.

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Sandra, vecina de la 31 e intergante de El Hormiguero. Foto: Nacho Yuchark

En otro comedor se encuentra Elbita, revolviendo un guiso de verduras al que luego le echará varios paquetes de fideos y que calcula que alcanzará para 170 personas, igual que la polenta con albóndigas del sábado pasado. Son las 15 y calcula que estará listo a las 19, para la cena.

La escena se repite en cada pasillo, se repite en cada manzana.

El barrio parece en silencio, pero no para.

No puede parar.

Otra de las actividades que no se detiene pese al encierro y, hasta es motivada por eso, es la construcción. “Sirve para calmar las ansias de los chicos”, asegura Laura, sobre dos niñes de 5 y 7 años que están acarreando ladrillos, de su casa a la de enfrente. “La familia se agrandó”, explica la madre de los acarreadores y de Taiana, una niña que no se despega de su abuela, que acaba de llegar del aislamiento.

Esos ladrillos serán parte de la pared del cuarto de esos mismos niños.

“Acá la construcción es colectiva o no es”, sintetiza Laura.

En cualquier otro contexto podría parecer una frase hecha.

Acá, este sábado y en la villa 31, es literal.

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Memoria, verdad, justicia y Norita

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Partidaria de los besos y los abrazos, reivindica la sonrisa como principal bandera de lucha. Cumplió 94 años este 22 de marzo y hace siempre que puede la ronda de Madres de Plaza de Mayo, hoy ya en silla de ruedas. Vida, obra y endorfinas de una mujer que ha acompañado a fábricas recuperadas, pueblos originarios, comunidades afectadas por el extractivismo, jóvenes y mujeres en situaciones de violencia, todo como una continuidad en la defensa de los derechos humanos. El clítoris, el cannabis y las autodefiniciones. Esperando el 24 de marzo, compartimos esta nota y retrato, publicada originalmente en la revista MU 138 (2019, todavía tiempos macristas). El movimiento, la calle, y lo que ella piensa (y hace) frente a la historia y los futuros posibles.

Texto: Sergio Ciancaglini

Nora revisa su cartera en la que lleva el pañuelo blanco, el verde, crema de cannabis medicinal, una lata de sardinas y la agenda en la que anota sus hiperactividades cotidianas, entre otros secretos. Está también su DNI: 0.019.538. Ríe: “Fui de las primeras en la cola para sacarlo. El otro día, por un trámite, los empleados de un banco me dijeron que la máquina no podía interpretar un número tan bajo”.
Estamos en la sede de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Envolvemos las masitas que no alcanzamos a engullir y que se incorporan a la cartera de Nora para llevárselas a una amiga. Luego guarda un par de carpetas, limpia la mesa de papelitos y me pide que cierre las persianas y puertas del balcón que da sobre Piedras al 100, Buenos Aires. Ya tiene el llavero en la mano esta señora que no puede ser interpretada por las máquinas. Chequea que esté todo ordenado. Empieza a apagar las luces que iluminan salones, oficinas y paredes atiborradas de recuerdos de las Madres, homenajes, reconocimientos, diplomas y tres imágenes: Azucena De Vincenti, Mary Bianco y Esther Careaga: sus apellidos de casadas pero sobre todo, el de sus hijos e hijas. Fueron las madres secuestradas en diciembre de 1977 en un operativo organizado por la ESMA, que culminó con 12 desapariciones incluyendo a dos religiosas francesas.

Memoria, verdad, justicia y Norita

El saludo de Nora en una de las marchas actuales, con la foto de su hijo, la bandera de los 30.000 detenidos-desaparecidos, y el acompañamiento de una nueva generación.


Nora se pone el ponchito de barracán, agarra la cartera, el bastón, y cumple con el rito según el cual el último –la última- apaga la luz. Y cierra la puerta con llave.
La escena podría parecer un tanto melancólica, pero es al revés.
Al cerrar esa puerta, da media vuelta y abre un mundo.
Nora se transforma en Norita, que en lugar de ser un diminutivo resulta un aumentativo, una clave, un código de acción.
Sale Nora de Madres y entra Norita a la calle, las plazas, las ciudades, los pueblos, las rutas, las fábricas, la naturaleza, los conflictos.
Entra a sus verdaderos lugares de acción: lo público, los espacios donde ocurren las cosas, o donde las cosas se manifiestan escapando de los encierros y del silencio.
Lo mismo sucede cada vez que sale de su casa en Castelar, llena de muñecas, libros, plantas y recuerdos, se toma un micro hasta la estación (evita los taxis y es ajena a las aplicaciones uberísticas), luego el tren Sarmiento, luego el subte A o lo que haya que abordar para ir a donde quiere ir.
Su estrategia consiste en intentar estar donde haya injusticias, violencias, crímenes, abusos, discriminaciones, psicopatías estatales o privadas y otras desventuras nacionales que son del orden de lo clásico: nunca pasan de moda.
Logra materializar ese acompañamiento con una eficiencia casi incomprensible. Ana María Careaga (desaparecida a los 16 años estando embarazada e hija de aquella madre secuestrada en la iglesia) cuenta que una vez le dijeron al sacerdote pasionista Carlos Sarracini que Nora parece Dios, porque está en todas partes. El cura no se mosqueó con la comparación y subió la apuesta: “Sí, pero a Nora se la ve”.
“Cuando dicen esas cosas me estremecen –corcovea Nora–, me da un poco de vergüenza. Siento que son como abrazos para darme fuerza, pero no me generan soberbia ni nada. Lo que digo es sencillo. Si no es para pelear contra la injusticia, los organismos de derechos humanos, ¿para qué estamos?”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Sobre la magia y el clítoris

Plaza de Mayo, jueves, 15.30.
Las Madres están partidas desde 1986, pero allí están. Girando siempre en sentido inverso al de las agujas del reloj, como para recuperar el tiempo perdido por tanta muerte, cada uno de los dos grupos (Asociación y Línea Fundadora) en el extremo opuesto de ese círculo alrededor de la Pirámide de Mayo que culmina con una estatua que representa a la Libertad. La libertad está inmóvil, mientras la memoria, la verdad y la justicia rondan alrededor.
Bajo una placa descansan las cenizas de Azucena Villaflor de De Vincenti, quien junto a las otras dos madres desaparecidas fue arrojada viva por los militares desde un avión al mar. La marea luego devolvió los cuerpos a la costa de Santa Teresita en enero de 1978.
En Línea Fundadora la única madre que ronda hoy -y sin bastón- es Nora, acompañada por unas 80 personas. El grupo crece de golpe porque se agregan como un borbotón unos 40 guardapolvos blancos de chicas y chicos de una primaria de Lugano que la rodean y marchan junto a ella con la bandera en la que se lee “30.000 detenidos desaparecidos. ¡Presentes!”.
Llora y ríe Norita porque al ver a los chicos se le agitaron la emoción y la alegría, lloran también las maestras y varios que disimulan. Los chicos la miran asombrados. Tres vueltas más tarde, ella se acerca a un micrófono con parlante. Este jueves habla de:
La impunidad estatal y judicial alrededor del atentado a la AMIA.
El proyecto de “servicio cívico voluntario” de Gendarmería para niños (editorializa diciendo: “Qué bestias”).
Recuerda junto a Beverly Keene, de Diálogo 2000, que la solitaria Madre de Ledesma (Jujuy) Olga Arédez, denunció en 2001 la creación de una policía infantil (niños uniformados que eran instruidos con armas de juguete). Y que en 2012 el gobierno de Cristina Kirchner ordenó cerrar 74 cuerpos de Gendarmes Infantiles en 17 provincias, que reunían a más de 6.879 niños.
De paso mencionan que Olga –que reclamó toda la vida por las desapariciones ocurridas durante el apagón en Libertador General San Martín- murió en 2005 por la contaminación de bagazo producida por Ingenio Ledesma. “Para abaratar costos no ponían los filtros en las chimeneas, y eso la intoxicó”, explica Nora.

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Denuncia cómo le prohibieron a su compañera de Madres LF, Vera Jarach, quien además es sobreviviente del Holocausto, dar una charla en el Colegio Nacional de San Isidro (“a lo mejor prefieren que vayan los de Gendarmería a dar clases de derechos humanos”).
Habla sobre una de sus obsesiones, el Hospital Posadas y la situación de sus trabajadores y pacientes (“el Estado achica y achica, es lo único que hace: hay que ir a acompañarlos”).
Informa que trabajadores de la textil Sport Tech, que estuvieron en la ronda y ocuparon durante dos años la fábrica quebrada en defensa de sus puestos de trabajo fueron autorizados como cooperativa, por el juez Horacio Robledo, a hacerse cargo de la empresa.
Presenta a gremialistas de Fabricaciones Militares (“no les tengan miedo, nada que ver con los milicos, son divinos”) movilizados contra los despidos y el achicamiento.
Recibe a Sergio Martínez, uno de los fundadores de El Algarrobo, asamblea de Andalgalá que con su movilización logró frenar la instalación del proyecto megaminero a cielo abierto Agua Rica. Sergio cuenta: “Hace poco cumplimos 500 marchas, cada sábado, reivindicando los derechos humanos, territoriales, a la salud y a la vida”.
Anticipa Norita el lanzamiento de una campaña para denunciar la deuda externa (y eterna) “porque hay gente que se queja en la verdulería, pero no entiende que lo que le pasa es consecuencia de que se están llevando los dólares y las riquezas, y cada dólar se paga con hambre en nuestro país”.

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Repudia por enésima vez la ilegal detención de Milagro Sala desde enero de 2016 (“no le encuentran nada y la someten a tortura psicológica las 24 horas del día”).
El tono de Nora es tan serio como lo sugieren los temas de los que está hablando; dice que el gobierno es “negacionista, inmoral y ladrón”, y oscila entre esas definiciones y el relato de lo que está sintiendo. “Hoy no hay buenas noticias para dar”, le dice a la gente que la escucha. “La buena noticia fueron esos chiquitos que vinieron de Lugano”.
Agrega: “No nos volvamos locos. Cada día me acuesto pensando ¿qué mal van a hacernos mañana? Es como que con cada acción, con cada decisión, quieren humillar. No lo logran, porque nos tienen que resbalar las cosas que dicen y hacen”.
La mujer y la gente se miran. “Siento que esta Plaza es mágica. Me siento feliz aquí. Me da pudor decirlo, con tantos desastres que pasan, pero es lo que siento viendo que tantas personas vienen, se encuentran, se abrazan, se reconocen”.
En ese momento repite tres veces: “30.000 detenidos desaparecidos y desaparecidas” y todos contestan “¡Presente!”. Y luego: “Ahora y siempre”. Nora, separando bien las sílabas, pronuncia tres veces la siguiente palabra: “Ven-ce-re-mos”.
Caminando hacia su bar favorito sobre Avenida de Mayo, para tomar un café que es parte del ritual de los jueves, quiere decirme algo sobre la magia, pero la detiene un grupo de chicas para saludarla y un joven, uniendo las palmas de las manos, pronuncia: “Gracias por existir”. Dice ella que jamás la cuestionaron ni la increparon por la calle. “Una sola vez, en una marcha por Cromañón, había un tipo muy borracho que me dijo de todo. Pero me había confundido con Estela de Carlotto. Que nos confundiera ya te muestra lo borracho que estaba”.
Otro grupo la reconoce, la saluda y le pide fotos. En los últimos tiempos cuando está en confianza Nora propone sonreír a la cámara diciendo “clítoris” en lugar de “whisky”.
Sigue la caminata y ella no pierde el hilo de lo que quería contar: “La magia no nace porque sí. La tenés que crear con tu espíritu. El espíritu de ver el lado bueno de la vida. Si no hacés magia con lo que te pasa, es imposible sentir que lo que hacés está bien, que te genera alegría. Sentir que no estás entre los mafiosos”.

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Comerse un pasaje

La primera vez de las Madres en Plaza de Mayo fue el sábado 30 de abril de 1977. El 15 había desaparecido Gustavo Cortiñas, el hijo mayor de Nora, secuestrado en la estación Castelar cuando iba a tomar el tren a las 8.45 rumbo a su trabajo en la Comisión de Valores. Militaba en la Juventud Peronista. Flaco, sonriente, bigote setentista, pelo largo.
En la casa de Nora hay una foto en la que se lo ve mirando a los chicos de la Villa 31, en la que militó con el padre Carlos Mugica. “Tiene un gesto que me parece dolorido y comprometido con lo que está viendo. Pero fijate los chiquitos, son iguales a los que ves hoy en las villas”. Se queda pensando: “Nuestros hijos luchaban por la justicia social. Pero hoy la brecha entre ricos y pobres es todavía mayor que cuando se tomó esta foto”.
Para esa mujer que había tenido que amoldarse al rol de ama de casa y profesora de alta costura, la desaparición del hijo representó el fin de muchas cosas. “Fue dejar la casa y salir a buscarlo. Y fue para todas igual. Mujeres comunes que no éramos de la academia, ni de los grupos de pensamiento. Pero hoy entiendo que ahí ya fuimos feministas. Ahí empezamos a romper”.
Aquel sábado inicial había pocos paseantes en Plaza de Mayo. Y 14 mujeres. Azucena propuso entonces ir los viernes. Nora, mientras tanto, buscaba en comisarías, en juzgados, hasta que empezó a ver a otras mujeres haciendo lo mismo, marcadas por la misma desesperación, que le contaron de las reuniones en la Plaza. Nora se sumó a la tercera. “Una madre muy católica y muy supersticiosa dijo que el viernes era mala suerte, día de brujas. Otra dijo que los lunes era día de lavar y limpiar. Quedó el jueves”. Acordaron las 15.30, salida de los bancos, el mayor tránsito de público en la zona. Las Madres nacieron para no ser parte de otros organismos ni partidos políticos. No tenían oficina: la crearon en la Plaza, sin techo ni puertas ni ventanas, para verse, intercambiar información, y hacerse ver. La policía dijo “circulen”, y jamás dejaron de hacerlo. En octubre de ese 1977 nacerían los pañuelos blancos, como modo de reconocerse entre la multitud durante una marcha a Luján: en realidad eran los pañales de tela (no existían los descartables) que guardaban para sus nietos, convertidos en un símbolo histórico de los derechos humanos.
Relata Nora que los varones y esposos no intervenían porque el horario era de trabajo. “Pasaba otra cosa. Al ver a los milicos algunos padres decían ‘yo le dije a mi hijo que no se metiera’ y cosas así. Entonces eso no servía. Las madres no hacíamos esas cosas”. Confrontaban. El lugar común indica que el dolor enceguece, pero Nora es de las que piensan distinto: “El dolor nos hizo ver. Nos fortaleció, y nos ayudó a ser claras”.
Empezó a entender algunas charlas que había tenido con su hijo: “Una vez me dijo: ‘¿Sabés que te pasa, mamá? Te falta calle’. Aprendí, ahora me pasé de calle” reconoce. “Más que en los libros, la concientización está en la calle. Esto significa moverse siempre. Y no pensar dos veces”.
Recuerda que fue varias veces presa con las Madres. “Una vez, los policías pararon un micro, bajaron a toda la gente y nos llevaron. En la comisaría teníamos dos variantes: pagar 30 centavos, o pasar 5 días de cárcel por escándalo en la vía pública. Había madres que decían “métanme presa, así me llevan con mi hijo”. Pero los tipos querían que pagásemos. Cuando me tocó, le di 60 centavos. ‘No señora, le dije 30’ me dijo, y le contesté: cóbrese lo de la semana que viene”.
Otra de esas detenciones ocurrió un día antes de un viaje que Nora debía hacer a Brasil con la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chicha Mariani. “Esa vez nos llevaban en patrulleros. Abrí la puerta y me quise tirar, pero el policía me agarró. Si no, me mataba; era la desesperación por escaparme. De golpe me di cuenta de que tenía el pasaje a Brasil. Yo creía que era algo clandestino, que si descubrían eso no sé qué iba a pasar y entonces lo agarré, lo fui rompiendo en pedacitos, y me lo comí”. El viaje finalmente se hizo, en plena digestión del pasaje, con Nora y Chicha intentando denunciar lo que se vivía y se moría en el país.
Moverse, salir, romper, confrontar, escandalizar, chocaba con la noción de familia tradicional y hogareña, y con su marido Carlos. “Los viajes, las marchas, las búsquedas. Y él tenía una cosa de celos. Hubo algunas veces que pensamos separarnos. Murió en 1994. Creo que no hubiera soportado todo lo que hago ahora. Pero bueno: la desaparición de Gustavo había sido un cambio total. Me largué a hacer lo que tenía que hacer. Y eso fue no volver atrás nunca más”.

Del Mundial al cannabis

Nora recuerda que usaban la parte del Café Tortoni que da a Rivadavia, durante el Mundial 78, para encontrarse con jugadores (“creo que eran holandeses, no recuerdo los nombres”) y periodistas extranjeros. O lo que vivió su querida Mirta Baravalle: “El marido estaba muy mal con la desaparición de la hija (Ana) y no podía creer que parecía que no pasaba nada mientras en el país había desaparecidos. El día de la final que ganó Argentina, después del partido se puso peor y se murió de un infarto mientras todo el mundo seguía festejando”.
Las Madres son un símbolo de muchas cosas, empezando por la valentía. Resulta casi de ficción imaginarlas plantadas en la Plaza frente a la Casa Rosada tomada por Videla & afines, infiltradas por Astiz y la ESMA, ignoradas y silenciadas, o en el mejor de los casos tratadas como “madres locas” por los diarios que se atrevían a mencionarlas. Nora agregó algo a su currículum disruptivo: en 1978 fue hasta la Mansión Seré, centro clandestino de detención y torturas, simulando ser una interesada en comprar el lugar para instalar un hogar de ancianos.
“No era que buscaba a mi hijo ahí, pero sabía que había gente. Entré al predio y hablaba en voz alta. No sé qué quería: hacer ruido. Que si había alguien supiera que había gente afuera. Un milico dijo ‘despachen a la señora’ pero yo seguía diciendo que me mandaban de la Municipalidad o cualquier cosa, y vi una canilla con manguera al lado de una ventanita que se ve que daba a un sótano, donde estaban los desaparecidos. Cuando se recuperó como Centro de Memoria, contaron que me habían escuchado, sin saber quién era”.
El alegre caos que es cada conversación con Nora, ahora en su casa, cambia de rumbo porque va a preparar café. Desde que cumplió 82 años le divierte decir que es mínima, vital y móvil.
Mínima: nunca escondió la edad, pero se niega a revelar cuánto mide. “Ni a mis nietos se los digo”. En el jardín hay una pequeña piscina de dos metros de largo y uno de profundidad. Nora guiña un ojo: “Me meto con salvavidas”.
Vital: parece inagotable, aunque no lo es. Sufrió hace dos años un ínfimo ACV. “Hablé dos horas después de eso en un acto, y parada. Ni yo lo puedo creer. Pero es un compromiso con nuestros hijos y nuestras hijas. No es un sacrificio para nada. Cada día es estar donde hay una injusticia”.
Móvil: sus idas y vueltas a Castelar en micros, trenes y subtes son una especie de gesta cotidiana en la cual la casi nonagenaria dama va a veces arrastrada por la multitud. “El otro día bajaba del tren. En el medio del gentío un chico que iba a subir me vio, tenía un chocolate, me dijo ‘gracias por todo lo que hacés’, me lo dio y subió. Me quedé en el andén con el chocolate llorando de emoción. Ni sé el nombre. Solo sé que era un chico del oeste”.
Hace dos años un golpe en el empeine le repercutió en un fuerte dolor de rodilla, y los médicos le dijeron algo fantasmal: tenía que dejar de marchar. Problema de meniscos. “Te imaginás, yo lo que tengo son menisquitos”. Por eso fue al debate en el Senado sobre el aborto seguro legal y gratuito en silla de ruedas. La actual vicepresidenta Gabriela Michetti la saludó educadamente al verla, y más tarde ordenó que le prohibieran el ingreso al recinto, por lo que Nora vio el debate por televisión en el despacho de Pino Solanas.
“El año pasado me regalaron la crema de cannabis y me la empecé a poner en la pierna. De a poquito, te diría que en un mes o dos, dejó de dolerme totalmente, y pude volver a caminar con bastón primero, y cada vez mejor”. Del pronóstico de inmovilidad Nora pasó a abandonar la silla de ruedas, el bastón parece cada vez más un adorno, y no deja de estar en todas partes. “Ahora en vez de bombones me regalan cannabis”. En el jardín, además de la santa rita, las azaleas y los potus, crecen dos robustas plantas de marihuana.

Feminismo, grieta y hambre

Tiene docenas de muñecas que le han regalado, varias son Noritas con pañuelo blanco y hay una con pañuelo verde. Muestra una remera con una frase que ha hecho célebre: “Ser feminista es una cosa bárbara”. El lema forma parte del Norita Fútbol Club (Las Noritas) equipo femenino que participa en la Liga Nosotras Jugamos. En la delantera de Las Noritas juega su nieta Lucía. “Y yo pedí que me den la 10”, explica la abuela, que además está asombrada porque ha sido llamada a dar una charla por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
¿Qué es lo peor que vivió, además de la desaparición de Gustavo? “La desaparición de las tres madres. Veías que los militares no se saciaban ni con los miles que se habían llevado”.
¿Lo mejor? “La resistencia de la gente, de los pueblos. Si no fuera por la resistencia pacífica y prudente que tiene este pueblo ya estaríamos con las patas de los norteamericanos acá adentro. Hay espacios que parecen pequeños pero que van frenando, sin saberlo, los avances de la derecha”.
Reconoce que fue un dolor también la separación de Madres, en 1986. “Algunas nunca dejamos de sentir que no tendría que haber ocurrido. Pero había mucha diferencia sobre las metodologías y nosotras, en Línea Fundadora, queríamos ser horizontales e independientes”. No quiere hablar demasiado sobre las diferencias en la propia Línea Fundadora. “Lo que reivindico es esa independencia, la mirada crítica. En el anterior gobierno creían que la crítica era mala leche, y eso no es cierto. Yo reconozco que lo que se hizo con el tema de derechos humanos fue histórico. No pensábamos que íbamos a ver a los genocidas juzgados. Pero eso no quiere decir que una se calle cuando hay cosas como el apoyo al modelo extractivo, o poner a (César) Milani al frente del Ejército”, explica, críticas que hizo extensivas a la Ley Antiterrorista, el pago de deuda externa, la tragedia de Once, el INDEC, el Proyecto X, y toda área atacada por políticas oficiales, el modelo científico con Lino Barañao al frente, el modelo sojero, la minería a cielo abierto, la violencia institucional, la discriminación a los pueblos originarios, entre muchos etcéteras que hicieron que no fuera ella de las participantes en los actos emitidos por cadena nacional. “Nuestra función es otra desde siempre: es ser independientes de los partidos y del Estado”.
Cuenta que su nieto Damián, el hijo de Gustavo, fue siempre partidario de la gestión kirchnerista. “Pero yo decidí que no voy a perder amigos, familiares ni ideales por la política partidista. Entonces hablábamos de cualquier otra cosa. Pero desde que está este gobierno sí que volvimos a hablar de política”, dice riéndose.
Sobre lo electoral: “Estoy mirando. No decidí qué hacer”. Una pista: en una de las últimas elecciones Nora fue con un marcador. Tomó una boleta y escribió: 30.000 detenidos desaparecidos. No al extractivismo. No a la persecución a las comunidades indígenas. No a la deuda externa impagable, inmoral y odiosa. “Lo puse en el sobre y voté. Me lo habrán anulado. No importa, saben que estuve ahí”, cuenta. “Y digo sí a la justicia, a la verdad, a la memoria, a la resistencia, a los juicios hasta que se condene al último genocida y a la recuperación de la identidad de todos los jóvenes que fueron niños apropiados por el terrorismo de Estado”.
En el área de derechos humanos cree que la gran cuenta pendiente es que se conozcan los archivos militares. “Es una burla que no los entreguen. Registraban todo, hay pruebas, y eso permitiría saber qué ocurrió con cada persona desaparecida. Pero es una decisión política que ningún gobierno quiso tomar”.
¿Cuál es su principal preocupación hoy? “El hambre. Estamos cada vez peor. Más hambre, pobreza, desocupación. Es una época de destrucción. Pero no tenemos que dejar que nos llegue el odio. Hay que resistir, pero no tenemos que perder la sonrisa, que nos hace fuertes: es lo mejor que podemos tener”.
Está perpleja Norita porque su biznieta Camila, 9 años, le dijo que los besos y los abrazos contagian gérmenes. “Pero el abrazo y las caricias estimulan las endorfinas que son lo que dan ganas de vivir. Cuando alguien está enfermo, lo acariciás, le das la mano y eso es terapéutico por las endorfinas. Así que en eso sí que tengo partido: soy partidaria de los besos y los abrazos”.

La ley

Las Madres son cada vez menos. “El año pasado murieron cuatro. Las sentimos mucho”. ¿Cómo imaginar las cosas cuando ya no queden Madres? “Yo no me imagino nada. Nunca digo que esto va a ser así o asá Lo que creo es que siempre hubo etapas con determinadas personas que vivieron y luego murieron. Es la ley de la historia, y de la vida. Ojalá nunca más tenga que haber Madres porque hay genocidios y represiones. Pero en nuestro caso, de algún modo estaremos en la Plaza. Y entonces habrá que ver qué es lo que nace” dice sin miedo y sin nostalgia, haciendo bailar esa sonrisa alimentada en la calle con abrazos y resistencia, besos y valentía, magia y endorfinas.

Memoria, verdad, justicia y Norita
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La Ronda, en la mirada de Nora Lezano

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Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Esta cobertura, realizada por Nora Lezano, corresponde al ritual del jueves 14 de marzo.

La Ronda es una iniciativa autogestiva coordinada por la editora Claudia Acuña y la fotógrafa Alejandra López. Todas las semanas, unx fotografx registra la ceremonia de circular alrededor de la Pirámide de Mayo, que se sostiene hace más de 40 años.

Todo el material colaborativo será entregado a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos.

“Nunca había estado en una Ronda.

Le pedí a una amiga que me acompañara. Sentí que se jugaba por un lado algo emotivo inmenso y por el otro el miedo a lo incontrolable. Jamás hago fotos en la calle justamente porque adentro de un estudio puedo controlar todo. Antes de salir para la Plaza dejé en mi casa un llanto espeso. El día estaba nublado. Ese llanto tenía la exigencia de haberme comprometido a resolver algo desde un lugar del que no estoy acostumbrada pero también el nerviosismo de saber que iba a vivir una experiencia de la que iba a salir profundamente atravesada”.

“Y así fue que me hice parte de esa ceremonia, fluyendo en círculos con mi cámara, acompañando esa fuerza indestructible del sostener. Donde nada importaba más que SER esa RONDA”.

Sobre Nora Lezano

Fotógrafa y artista visual.

Comienza a desarrollar su trabajo en la década de los 90. Sus retratos de músicos constituyen una parte representativa de su obra.

De 1992 a 2008 trabajó como fotógrafa institucional del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En los años 2000 y 2001 la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación le encargó las coberturas de los ciclos “Argentina en vivo 1 y 2”, el “Festival Internacional de Jazz”,  la “1era. Semana Argentina en Madrid”, “La historia en su lugar” y “Música clásica en los caminos del vino”.

Trabajó como fotógrafa, directora, iluminadora y videasta para proyectos performáticos, de artes visuales y cinematográficos.

Publicó en forma independiente el libro Sin sueño se duerme también y Communitas (Planeta) -en coautoría con E. García Wehbi-.

FAN, la retrospectiva de sus años en el rock, se presentó desde el 2015 a la actualidad, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, el Museo Boggio de Chivilcoy, la Biblioteca del Congreso Nacional, la Casa de la Cultura de Entre Ríos; el Centro Cultural San José, de Olavarría,  el Museo de Bellas Artes de La Plata, el Espacio Contemporáneo de Arte Eliana Molinelli de Mendoza, la Planta Alta de la Estación Belgrano, en Santa Fe y en la Universidad Nacional de Quilmes.

Junto a las fotógrafas Andy Cherniavsky e Hilda Lizarazu, en el Palais de Glace, presentó la muestra LOS ÁNGELES DE CHARLY, una celebración a la obra de Charly García.

INVENTARIO, que incluyó una serie de objetos, fotografías y material fílmico y sonoro del archivo personal de la artista, además de una performance, se presentó en la Bienal de Performance 2019.

Desde 1996 sus fotos ilustran el suplemento RADAR del diario Página/12 y desde el año 2015 realiza las fotos de los calendarios de la Fundación Viva la Vida por el Bienestar Animal.

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Nota

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

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Quinta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que se propone transmitir el valor de la constancia, de los pies en el espacio público, de la gota a gota que horada la piedra, la no violencia contra la violencia, su valor social, su peso histórico, sus 40 años de coreográfico diseño: media hora, todos los jueves. Esta cobertura fue realizada por la fotógrafa y artista visual Martina Perosa.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Desde hace tiempo me interesa la relación entre fotografía y movimiento. Hay un trabajo que me parece muy interesante, que me inspiró en esta búsqueda, que es la serie fotográfica de Muybridge que logra documentar el rápido trote de un caballo en el aire. Mediante esta serie intentaba demostrar, frente a la teoría opuesta de algunos periodistas deportivos, que hay un momento de la carrera en el que los cuatro cascos del equino están en el aire. Esas series en movimiento abrieron una nueva discusión en la historia de la fotografía, que incluso dieron comienzo al cine”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Siempre me interesaron estos cruces interdisciplinarios entre las diferentes ramas artísticas como el cine, la fotografía y la danza. Pensando la ronda de Plaza de Mayo, me punzaba mucho la idea de coreografía. Una repetición constante todos los jueves, durante cuarenta años, por media hora. Una serialidad. Una duración y tiempo concreta. En un espacio determinado. Unos cuerpos, y una relación entre ellos, con una calidad de movimiento que a lo largo de los años fue mutando según el contexto: explosivo, suave, sutil. Y una música que hilvana el movimiento, los sonidos de la calle y el grito popular”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

Sobre Martina Perosa

Artista visual, nacida en la ciudad de Buenos aires. Su formación se centró en distintas disciplinas artísticas, que hoy confluyen en su obra. Estudió cine, indagó en el teatro, la performance y danza contemporánea y luego se especializó en talleres de fotografía y  clínicas de obra. Esta multiplicidad de intereses le permitió construir una mirada interdisciplinaria sobre la fotografía con un principal interés en el movimiento, y en la potencia de la imagen para construir ficción y contar historias. En 2019 editó su primer fotolibro “Shinsekai”, finalista del Premio Publicación Latinoamericano en el FELIFA 2021 y en diciembre 2023 editó su segundo fotolibro Proyecto Dallas.

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