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Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

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Una nueva generación nos muestra en el espacio público otra forma de relacionarse y con eso provoca una serie de reacciones sociales, institucionales y judiciales. Están organizadas, saben lo que quieren y cómo. Toman su identidad lésbica como una cuestión política y no sólo sexual. ¿Qué nos están proponiendo pensar? 
1. “Y ahora que estamos juntas y ahora que sí nos ven”, canta una ronda bajo una gran bandera color verde que dice: Libertad para Higui. Asamblea Lésbica Permanente. Y la palabra “permanente”, flamea en el aire y rompe con una época en la que nada lo es.
¿Cuándo cantan? El 7 de marzo. Día de la Visibilidad Lésbica en homenaje y reclamo al asesinato lesbofóbico de la “Pepa” Gaitán.
¿Dónde cantan? En un festival en la Plaza de Retiro frente a la estación de tren. Y en horario pico: las siete de la tarde de un martes.
¿Para qué cantan?  “Para que nos vean”, va a decir Ana Carolina artista, lesbiana y una de las participantes de la Asamblea desde el día cero.
La Asamblea Lésbica tiene solamente alrededor de diez encuentros en su historia. Y tiene más acciones y movilizaciones en esa historia que encuentros de debate. Es un espacio que surge de la urgencia y lleva como una de sus banderas la furia. Furia que las chicas reconocen heredera de la “Furia Trava”. Furia que surge de una violación de diez hombres a una lesbiana. Y de la injusticia de que la que está presa es ella.
La Asamblea Lésbica es un reflejo de la frase de María Galindo “juntas, revueltas y hermanadas”. Hay lesbianas sindicalistas, peronistas y de izquierda. Lesbianas artistas, médicas y docentes. Hay lesbianas chongas y femeninas. Lesbianas bisexuales y transtortas.
¿Qué une la diversidad?  La mayoría de las integrantes son subtreinta. Todas juntas se animan a ganar las calles, ponerse en tetas, hacer pintadas, realizar performances  y  gritar en contra los abusos y femicidios, y a favor del aborto legal.
“La mayoría somos militantes del lesbianismo. Somos feministas pero creo que primero somos lesbianas como  identidad política más allá de lo que decidamos hacer con nuestra vida sexual afectiva”, dice Cammila Gómez Grandolli, actriz de 28 años y una de las detenidas por las pintadas para convocar al #8M.  
“Hoy nos dispara tomar la calle, generar comunidad de los diversos movimientos feministas, de mujeres, y llevar todos estos reclamos. Estamos en estado de alerta y frente a cualquier ofensiva contra personas del colectivo se sale a la calle. Hay una necesidad”, va a arriesgar Marina médica generalista de 29 años cuyas tetas, junto con las de su pareja y amigas, originaron la primer reacción grupal de la Asamblea: el #Tetazo. 

Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Ana Carolina por Lina Etchesuri


2. Un par de tetas revolucionaron las playas, las redes sociales y el Obelisco unas semanas antes del 8M.  No era la primera vez que Marina tomaba sol en la playa. Es nacida y criada en Necochea y es la forma que elige para tomar sol. “Yo elijo no decirle topless porque significa falta de top y yo estaba como estoy siempre”, dice Marina y señala que en esa playa a ella no le faltaba nada.  No opinaron lo mismo los seis patrulleros y veinte policías que quisieron llevarlas detenidas por exhibicionistas. La escena terminó bien gracias a un acto de valentía extrema de su mamá que a los 59 años se sacó el corpiño por primera vez frente a los veinte policías para que no se lleven a su hija. Las chicas filmaron la injusticia.  El video se viralizó en las redes bajo el título “Tetas sin sol” y una semana después había una generación de jóvenes cortando la Avenida 9 de julio para enseñarle a las fuerzas policiales a respetar el cuerpo de las mujeres.  
Si lo hacen siempre, ¿Por qué esta vez las vieron? Marina arriesga que eran cinco minas en tetas, que algunas se estaban besando públicamente entre ellas y que estaban preparando carteles para la marcha del orgullo que decían cosas como: chucha con chucha esa es la lucha. “No sé si fueron los carteles pero estoy segura de que nuestra presencia incomodaba. Seguramente no tuvo que ver solamente con las tetas.”
Marina es médica. Logró formarse de la forma más contra hegemónica posible dentro de la medicina conservadora y feliz cuenta que trabaja en un centro de salud al lado de la Villa 1-11-14, que lo hace desde el enfoque de derechos humanos y con perspectiva de género y que eso le permite realizar prevención en salud sexual y practicar abortos legales.
Con esa mirada joven y profesional, Marina piensa el movimiento lésbico que estuvo junto a ellas en su reclamo: “Me sentí acompañada. Entiendo que parte de esa militancia también es por el placer. No someterte a las formas hegemónicas o normatizadas de tener relaciones sexuales y llevar nuestros cuerpos que muchas veces no son placenteras. Con más o menos visibilidad, las lesbianas siempre estuvimos en los movimientos feministas. Siempre hicimos un aporte y crítica al propio movimiento de la homogeneidad de las mujeres, como si todas fuéramos lo mismo. La crítica al heterosexismo obligatorio. Las lesbianas en general no somos indiferentes al mundo ni a los sistemas de opresión, sobre todo al sistema sexo genérico y creo que por eso la mayoría participamos de todos los frentes posibles de la lucha feminista. Lamentablemente no siempre ocurre lo contrario.” En el Tetazo sì ocurrió. Fueron trescientas, cuatrocientas, quinientas, muchas y muy jóvenes mujeres,  dispuestas  a cambiar lo establecido como cuerpo normal.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Julieta Laso por Lina Etchesuri


3. No fue la última vez que la policía exageró sus medidas de fuerza hacia las mujeres. A las pocas semanas, volvieron a rodear con seis patrulleros y dos motos a seis chicas de veintitantos por un motivo que no era delito. Esta vez la geografía fue Almagro y la excusa, pintadas. Las chicas son militantes feministas y  ejercían su derecho a manifestarse y convocar al Paro Internacional de Mujeres.  Cinco hombres de alrededor de 50 años comenzaron a seguirlas, dieron la voz de alto y las zamarrearon  hasta que llegó la policía. “La situación que tenía la policía enfrente eran ellos diciendo que nosotras pintamos una pared y nosotras diciendo que ellos nos venían gritando y acosando por la calle. ¿A quién escucharon?”, dice Cammila que deja esa pregunta en el aire sin respuesta porque la sabemos todas y agrega: “El policía que llamó al Fiscal se indginó cuando los hombres le dijeron que habíamos escrito: lesbianizate.  Y nos hizo saber que estaba indignado. Ni siquiera le importaba saber si era verdad o mentira, por eso, denunciamos lesboodio”
Allí se pudo ver en acción la fortaleza que esta red tejida en forma de Asamblea. Se dio lugar  una estrategia tan política como humana y tan histórica como nueva: las chicas se convocaron por redes sociales y no se movieron de enfrente de la comisaría ni de la fiscalía hasta que no vieron salir a las pibas sanas y salvas. Afuera fue una fiesta: canciones, gritos, platillos. No dejaron de gritar hasta que abrazaron a sus compañeras. No es esta la única muestra de que las lesbianas están organizadas y plantean críticas fuertes y nuevas  prácticas al interior de los sindicatos y espacios políticos a los que pertenecen. Laura Safo es parte de SITRAJU (Sindicato de Trabajadores Judiciales) y desde ese espacio intenta articular su activismo lésbico con el sindical. Desde que se sumó a la Asamblea Laura plantea en los plenarios trabajar temas como: Libertad para Higui e ir a apoyar el tetazo. Y siente que es escuchada porque es un espacio nuevo con mayoría de militantes jóvenes. “Para mí esa confianza que logramos en la Asamblea en tan poco tiempo tiene que ver con cierto continuum lésbico entre las lesbianas que circulamos por los mismos espacios de militancia feminista y LGBT. Llega un momento que ya nos conocemos todas con todas y aunque discutamos podemos construir juntas. Hay algo que es más fuerte”
Cammila milita en espacio kirchnerista como su espacio orgánico y Marina fue militante de izquierda. Ambas plantean que hay una práctica y una forma de organizarse en la Asamblea que trasciende esos espacios. Todas las entrevistadas entienden que la identidad lésbica no sólo desarma estructuras adentro del propio feminismo sino en sus propios espacios políticos convencionales.
Gelda Abramovich de Sipreba (Sindicato de prensa) plantea que “la torta hincha pelotas”  es un lugar empoderante y genera muchas cosas adentro de los sindicatos y arriesga una mirada de por qué pueden poner más en cuestión las convenciones: “Siempre hay una cuestión cuando sos mujer que trae debilidad que es que dicen: podés discutir todo lo que quieras pero después vas a garchar con ellos. Como lesbiana, en el ámbito público puedo discutir un montón de cosas justamente porque  no busco agradarles.  Esa es la mentalidad horrible de chongo heterosexual que aunque sea super progre, es a la que más le hacemos ruido con nuestra identidad”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Cammila Grandoli por Lina Etchesuri


4. El 9 de mazo Laura Arnés presentó su tercer libro “Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina” editado por Madreselva. Estaba reventada, se recuerda. No había dormido ni salido del todo del estado de shock. La noche anterior, luego de la histórica movilización por el Paro Internacional de Mujeres, fue una de las diecinueve personas detenidas por efectivos de la Policía de la Ciudad y policías de civil. Después de ser liberada participó de la conferencia de prensa en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Desde ahí fue directo al Auditorio-Bar de La Tribu. Es Doctora en Letras, investigadora del instituto interdisciplinario de Estudios de Género (UBA) y del CONICET y docente –también en la UBA- del seminario de sexualidades disidentes y literatura pero aclara que nunca se inscribió solamente en la teoría. El activismo y el trabajo académico siempre convivieron turnándose las intensidades uno con el otro: “este último año había estado poco en la calle y más en los libros”.
En su libro Laura escribe: “La literatura es un dispositivo político donde se modulan múltiples distribuciones de lo que afecta a nuestros mundos sensibles, un espacio privilegiado en el cual se ensayan formas posibles (probables o improbables) de la vida en común y en donde, como consecuencia, se estrenan nuevas relaciones entre los cuerpos”. Decide entonces recorrer la literatura argentina de los últimos 100 años en búsqueda de lo que llama ficciones lesbianas: “afectividades disidentes que aparecen en nuestra literatura sin mostrarse necesariamente como lesbianas”. ¿Por qué? Porque sabe que desde la ficción se pueden construir trincheras. ¿Cómo se vincula el libro y la cacería post movilización? Laura propone pensar cómo funcionan las ficciones de nuestra cultura, aquellas que describe como “las ficciones que nos construyen y que le dan forma a nuestros cuerpos” Analiza: “por ejemplo: ¿qué pasó el otro día con la razzia? Hay hipótesis que dicen que parecíamos lesbianas. Yo no soy lesbiana, soy bisexual, y las dos chicas que estaban conmigo también. Teníamos remeras que lo decían además. La pregunta es: ¿Efectivamente hay una fisonomía que se corresponde con una identidad o con un deseo?”, y sigue: “La representación tiene sus límites y va generando constantemente ficciones sobre los cuerpos y sobre los usos de los cuerpos. Es lo interesante: todo el tiempo las que activamos, y las que procuramos visibilizar como hecho político, lo que tenemos que hacer es crear una imagen y después romper con esa imagen y crear otra. Yo trabajo con lesbiana como catacrecis, una palabra que siempre tiene el significado desplazado, vos nunca sabes del todo que estás diciendo. ¿Cómo definimos lesbiana? Cargar de significado la palabra es muy complejo y sin embargo parece que el afuera tiene muy claro qué somos. Ahí entra la ficción, la ficción lesbiana de los otros sobre nosotras”.
5. Cómo pensamos la visibilidad para pensar la época. Algunas ideas:
La mirada de Ana Carolina: “Si sos invisible tenés la ventaja de que sos menos asible, sobre todo si te quieren asir para violentarte pero al mismo tiempo las lesbianas somos invisibles pero no tanto, somos invisibles cuando se trata de incluirnos, reconocernos, reparar, pero no somos invisibles cuando se trata de señalarnos y decir ‘ahí va la torta, caguémosla a trompadas’. Una lesbiana se hace invisible para los ojos que decodifican los cuerpos o las existencias. Si tu expresión de género o cómo llevas tu ser no se condice con lo que generalmente se decodifica como lesbiana, ahí te invisibilizas también”
Cammila Gómez Grandolli aporta: “La sociedad siempre tiende a etiquetarte. Si vos no te llamas, te llaman de alguna manera y siempre van a elegir leerte como heterosexual. Si vos no te plantas y decís yo siento otra cosa, siempre te van a leer de la forma binaria hombre-mujer heterosexual. Creo que tiene que ver con eso la lucha de visibilizar. La idea es romper con los estereotipos. Para una lesbiana más femenina esa visibilización se hace más complicada porque no te leen de esa manera. Te encara alguien, le decís me gustan las mujeres, y te tiran: no te creo. Lo que estás diciendo no tiene validez porque no tenés la apariencia estereotipada de una lesbiana”
Laura Arnés suma: “Siempre me perturbó mucho la idea de salida del closet. Por qué yo tengo que visibilizarme saliendo del closet, sentando a alguien y confesándole que yo tengo una sexualidad diferente. Veo que mis alumnos no hacen eso. Los de este último año, fueron 40, se mueven en las arenas de la sexualidad con mucha más libertad. La identidad no puede ser explicativa, no puede ser que te digo: soy tal cosa y eso ya te de un saber sobre mí”.
6. “No existe otro territorio posible donde vivir las experiencias que no sea el cuerpo”. Ana Carolina es guionista, actriz y comediante. En el Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén, a sus 15 años, empezó todo. Después: escuela de circo, escuela de títeres, cursos de clown. En el 2001 tenía un pasaje para Nueva York, iba a ver stand up, quería saber cómo se hacía, se quedó ocho años haciéndolo ella misma. Desde entonces no paró. “Es una herramienta muy poderosa el humor, la risa, la persona que se ríe le pasa en el cuerpo. Si bien podes bajar línea con el humor, la persona que lo recibe, como se está riendo ese cuerpo que le pertenece, no lo siente como una bajada de línea. Sentís que te reís porque se te ocurrió a vos y eso es poderoso porque puede llegar a transformar”.
En un momento Ana Carolina hablaba mucho en sus shows de ser lesbiana, “lo sentía como una obligación, ahora ya no tanto”. Advierte un buen cambio: “Acá cada vez hay más lesbianas haciendo stand up. Antes había personas homosexuales haciendo stand up pero el chiste era homofóbico, me horrorizaba eso, no entendía qué estaba pasando. Y mujeres haciendo chistes machistas. Ahora creo que eso sucede menos. A mí no me costó hablarlo en el escenario, coincidió con que empecé a decir: soy re lesbiana, me fui a Nueva York a ser lesbiana en paz. Antes de irme yo ya sabía que era lesbiana, pero no lo decía, me hacía la boluda, allá hasta lo empecé a usar para hacer los chistes”.
¿Tiene límite el humor? “El límite para el humor es la falta de risa porque yo puedo decir lo que quiera decir pero si vos no te reís, no es un chiste, es un comentario, una poesía. El limite es la falta de risa y no lo pongo yo”
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Marina por Lina Etchesuri


7. La Orquesta Típica Fernández Fierro tiene desde hace años voz de mujer: Julieta Laso. Desde ese género musical, muchas veces machista, reflexiona optimista: “Si bien hay muchos tangos maltratadores, hay muchas mujeres cantantes de tango. Es cierto que no es un espacio donde hayan habido muchas compositoras, ni muchas instrumentistas. Donde yo canto, los tangos no son machistas. La cosa está cambiando”. La tarea de pensar nuevos escenarios de realidad posibles le da al arte un papel protagónico, “todo hecho artístico es político indefectiblemente. Así me subo al escenario. El arte tiene que cuestionar siempre, nunca tiene que trabajar para el poder, sea cual sea” El poder patriarcal se enfrenta con un enemigo dispuesto a derrotarlo. ¿Cómo? Julieta dice que no hay recetas. Todo está siempre por crearse. Quizás algún tango retome lo que la calle canta: “Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Gala y Laura por Lina Ethcesuri


8. Agustina se la conoce como Cumbio, icono de una generación que repensó las formas de comunicarse. Hoy trabaja en Storylab, la productora de Nacho Viale, el nieto de Mirtha Legrand, por lo cual también es parte del equipo que pone al aire lo que la conductora define como mesazas. En la productora lleva adelante los contenidos digitales y está participando de otros pilotos y proyectos. En ese contexto propuso una nota: el caso de Higui. ¿Por qué? “Me hace sentir muy representada y me sorprendía que a la gente le sorprenda que todavía pasen esas cosas”, sigue: “son cosas que personalmente me afectan. Creo que yo tuve mucha suerte, que Cumbio en algún punto me salvó la vida”. Desde ahí insiste en sus ganas de que la pantalla amplíe los posibles que muestra, “muchas cosas que pasan con las lesbianas no son visibles en la televisión, de hecho el caso de Higui se está manejando por las redes sociales y así miles nacionales e internacionales”.
Otras potencias aparecen: las redes sociales, motor exitoso de las últimas convocatorias para salir a la calle, junto a la tecnología que llevamos en la mano: los celulares, crean nuevas formas de comunicación. Cumbio mete en la charla el término influencers y analiza: “hay muchas lesbianas influencers, llegan a un público que muchos no llegan”. Propone un ejercicio: chequear perfil de una chica heterosexual y una lesbiana con muchos más seguidores. Pregunta: ¿Cuál tiene más pauta publicitaria? Contesta: la heterosexual.  ¿Por qué? “Porque las pautas no las manejan adolescentes, no las manejan chicos de mi generación, las grandes marcas las manejan personas que están acostumbradas a publicidad más conservadora: la chica linda, rubia, de dientes blancos casada con el príncipe azul hermoso y teniendo muchos hijos. No se adaptan todavía. Prefieren poner su publicidad en esa chica aunque tenga 20 mil y no en una chica que llega a 500mil chicos pero es lesbiana, tiene novia y no tienen hijo”
Y cuenta una experiencia propia reciente: la llamaron para ofrecerle hacer un canal de YouTube. Contesto que sí, que lo haría con su novia, también influencer. “Una de las primeras cosas que me dijo el productor: tantos videos con novia no porque eso después hay que venderlo, para que sirva no puede ser todo el tiempo videos con novia. No porque me discriminara, sino que tiene presente lo que las marcas buscan. Creo que eso va a ser así por mucho tiempo, va a ir cambiando de a poco pero va a llevar tiempo. Lo bueno es que internet es un poco más flexible y tenés una apertura para elegir tremenda”.
9. Los medios hegemónicos y las marcas son insensibles para identificar cómo habla la época. ¿Y el mercado? Ana Carolina propone su mirada: el mercado de todo se apropia: “Antes la sexualidad diversa era una disidencia que implicaba un sesgo anticapitalista, antipatriarcal. El capitalismo todo lo fagocita: de todo se apropia, por eso todo el tiempo hay que cambiar no en el sentido de ‘Cambiemos’, sino de mutar. El mercado se apropió de las sexualidades diversas, ya somos parte, antes éramos excluidos, parias. Al empezar a visibilizarnos, el mercado dijo pará, apropiémonos de esto, es marketing para nosotros, turismo. No vas a poder jamás esconderte del mercado, lamentablemente, incluso si sos quien se va a vivir al bosque, una loca que vive ahí y se deja crecer todos los pelos, el mercado va a encontrar la forma de apropiarse o te va a excluir al plano de lo imposible y te va a invisibilizar. Entonces me parece que esta ebullición: ahora somos más o más visibles, estamos más aceptadas, o todas tenemos una amiga lesbiana, para mí está muy ligado a que el capitalismo se está apropiando de nosotras”
Un mercado que de todo se apropia no garantiza que el sistema permita que ese todo se vea. “Muchas veces me dicen ‘¿para cuándo una lesbiana en la televisión?’, y cuando la haya va a ser un estereotipo nefasto. ¿Para cuándo una travesti en la televisión? Si, Flor de la V, que su anhelo es casarse con vestido blanco y tener hijos. Reivindico que ella pueda hacer lo que quiera y por otro lado me entristece que quien está ahí siendo  para el público sea alguien que quiere casarse y tener hijos. Que oportunidad que se diluyó, el sistema no va a permitir que llegue ahí alguien disidente”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga10. Algo es real: en las calles se están creando nuevos mundos. Los protagonistas son los cuerpos proponiendo repensar todo, porque este todo en el que vivimos está anacrónico y caduco.
Ana Carolina, desde el entusiasmo que le genera la Asamblea Lésbica Permanente propone que deberían ser bailables, con masajes incluídos, “sindicato social sensible que no puede esperar. Todo lo raro suma, porque te obliga a detenerte y pensar. Eso es un montón, sino lo das por sentado y ahí se genera la norma. Lo normal es sospechoso”.
Lo sensible es político, también lo es el placer.
Y aunque planteen no sólo a través de la sexualidad diversa se va a cambiar el mundo, todas sostienen que ejercer el lesbianismo tiene ciertas características que son disruptivas del heteropatriarcado capitalista:
No van a tener hijos a menos que realmente eso quieran.
Prescinden  de la categoría hombre.
Su sexo no tiene nada que ver con la reproducción.
Esta generación plantea que son prácticas que podrían compartir otros sectores de la población. Son jóvenes que sostienen que se puede lesbianizar la vida disfrutando del sexo no para reproducirte, prescindir del hombre en cuanto proveedor de la mujer, jefe de familia, quien toma las decisiones, quien sale a la calle y enfrenta el mundo.
¿Qué pasaría si todes lesbianizamos un poco nuestro devenir? Podría ser transformador, arriesgan.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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