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Julieta Laso: trapita

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Cantante y cada vez más actriz en cine y teatro, acaba de sacar un disco en el cual reversiona clásicos no tan recordados. Va y viene de Salta a Buenos Aires, entre el tango, las coplas, la huerta y los cerros. Por María del Carmen Varela.

Julieta Laso: trapita
Foto: Martina Perosa

«Yo soy del equipo rojo, no sé bien qué significa. Y quienes somos del equipo rojo, solemos cantar estas canciones. Van a sufrir. Y yo también”.

Julieta habla desde el escenario ubicado en el patio del Konex, antes de arrancar con “Trapito”, la canción que alude al personaje creado por el dibujante Manuel García Ferré, el espantapájaros protagonista de una película infantil, que vivía triste por carecer de ilusiones. “No había en tu corazón ni alegría ni dolor, hasta que a tu vida llegó la ilusión”, dice la letra de este clásico tema cargado de melancolía, al que la voz de Julieta le imprime una vibración que estremece. “Trapito” pertenece a su nuevo disco solista, La Caldera y la idea de grabarla apareció una noche en que a Julieta y su pareja, la cineasta Lucrecia Martel, se les dio por cantarla. “Yo me identifico mucho con ‘Trapito’ algunos días, y algunas noches también”, dirá la Laso.

Luego de algunas canciones más, el cierre del show llegó de la mano de “Cara de gitana”, el hit que hace 43 años estalló en todas las radios e hizo famoso a su autor, el cantante jujeño Daniel Magal, no solo acá sino también en distintas partes del mundo. La canción aparece en una escena del film La niña santa, de Lucrecia Martel, donde Mercedes Morán la baila frente a un espejo. 

“Yo soy muy fan de la música que Lucrecia eligió para sus películas y es una canción que me lleva al pasado, además de que compartimos la pasión por ese tema”. Forma parte también de “La Caldera” junto a otras canciones de autorxs como Leda Valladares, Horacio Guarany, Sandro y Enrique Santos Discépolo. Antes fueron Tango Rante, en 2010 y Martingala en 2018. Así Julieta describe su voz: “Cuando canto sé que sueno como una fonola con tierra”.

En los dos últimos no hay tango sino música rioplatense. “Mi forma de cantar te lleva un poco a ese lugar pero no hay tangos. Buscaba canciones nuevas”. Y ahí conoció al cantautor Diego Baiardi y al guitarrista Lisandro Silva Echevarria, integrantes de la banda Cruz Maldonado. Cuenta: “Me gustaban sus canciones, ahí empezamos a trabajar los tres juntos y para Martingala, ellos escribían canciones a medida para mí, yo les decía qué cosas me interesaban, qué me estaba pasando. Es un disco de canciones que las siento muy cercanas porque hablan de un momento de mi vida”. 

No quiere adelantar nada, pero asegura que el próximo disco, que saldrá en mayo y en el que está trabajando con Yuri Venturín –director de la orquesta en la que Julieta cantó hasta hace unos años, la Fernández Fierro– va a ser totalmente distinto, cambia la formación y los géneros musicales. Yuri conoció la voz de Julieta a través de las paredes de un monoambiente donde vivía su novia en Parque Chacabuco, vecina de Laso, y la invitó a una prueba para ser la voz de la Fernández Fierro, en 2014, en reemplazo del Chino Laborde. Fue la elegida y debutó en Australia. Transcurridos cuatro años y dos discos, Julieta se enamoró. Lucrecia Martel fue a escuchar a la Fernández Fierro, se conocieron y sus vidas quedaron entrelazadas. Ese ir y venir de Salta a Capital se volvió incompatible con la regularidad de la Orquesta Fernández Fierro, que toca todas las semanas en su espacio del barrio de Almagro.

Encontrar el norte

Cuando están en Salta, Julieta y Lucrecia viven en un paraje llamado La Calderilla, a doce kilómetros de la ciudad; van y vienen de acuerdo a lo que marque la agenda laboral. “Este año fue la mitad del tiempo acá y la otra allá, pero la idea es que sea cada vez más tiempo allá. Yo siempre tuve una conexión muy particular con el Norte: fue el lugar del país al que más regresaba, los carnavales, los encuentros de copleres, era un lugar que me convocaba mucho. Pero nunca pensé que iba a terminar viviendo allí”. La idea de irse de Buenos Aires se reforzó con la pandemia: “Está bueno que empecemos a irnos, que algunas voces circulen en otros lados, no puede ser que todo sea acá; hay tantas cosas tan interesantes por fuera de Buenos Aires. Es un buen momento para irse de las ciudades grandes”.

En septiembre se estrenó el mediometraje Terminal Norte, con guion y dirección de Lucrecia Martel, filmado durante la pandemia en medio de la naturaleza salteña. “Durante el año que asoló la peste, una cantora del Río de la Plata se refugió en el Norte del país. Tenía que preparar un gran show, pero fue cancelado”, así arranca Terminal Norte. Un grupo de mujeres corren entre árboles en la noche, portando una linterna: Julieta, la coplera salteña Mariana Carrizo, su hija Michu, cineasta y cantante, Maca y Mar (Las Whisky, hacen noise), la pianista y compositora Noelia Sinkunas, la primera coplera trans de los Valles Calchaquíes Lorena Carpanchay, la rapera salteña B Yami. Explica Julieta que el corto fue una posibilidad de mostrar de manera cinematográfica los encuentros musicales que suelen compartir con gente querida: “Nosotras tenemos una religión casi con las tertulias, entonces si estamos en Buenos Aires o en Salta organizamos tertulias. Cuando fue Terminal Norte, se volvió más sagrada y la pensamos como un ojo adentro de una tertulia. En ese momento, volver a encontrarnos, volver a hacer música juntas fue mágico, eso forma parte de nuestra vida. El intercambio humano tiene mucho valor en nuestra familia”.

Sueños de tango

La niña Julieta soñaba con ser actriz y actuar en un escenario, también le gustaba la música. “Nunca dudé, era mi vocación, mi camino. Era alborotada, muy varonera, tenía una actitud muy proactiva en el grupo, tenía muchas amigas”. A los 16 años estudió clown con Toto Castiñeiras, hasta que fue convocado por el Cirque du Soleil y Julieta buscó otrxs maestrxs. Estudió unos años pero abandonó decepcionada el grupo del profesor de teatro Omar Pacheco (quien se ahorcó en 2018 luego de un escrache por abuso sexual) y esto la alejó por un tiempo del teatro. Participó de una obra sobre el Popol Vuh. “Llamaron a un gran compositor y cantante uruguayo que es Alejandro Balbis para dirigir y yo empecé a cantar ahí porque lo requería el personaje. Él me dijo: ‘Negra, vos tenés que cantar’. Yo venía un poco caída con el teatro, sentía que no había dado en la tecla, tendría veintipico, y ahí él me recomienda ir a la milonga Orsai, en San Telmo. Iba todos los jueves, me aprendía un tango y esperaba a las tres de la mañana para cantarlo. Ahí había músicos de tango que trabajaban en el género, dirigían orquestas, como Julián Peralta, Patricio Bonfiglio, entonces yo fui ahí a probar y a la otra semana estaba grabando en un estudio profesional”.

La música ocupa gran parte de su devenir artístico, aunque en este tiempo post-pandémico retomó la actividad teatral. A comienzos de noviembre se estrenó la obra de teatro Ojo de Pombero, dirigida por Toto Castiñeiras. “Es volver a un momento donde el teatro era algo hermoso para mí. Me animé con mucho miedo porque hace muchos años que no hago algo así, pero durante todos estos años yo vi toda la obra de Toto. En esas obras está este lenguaje que aparece en Ojo de Pombero que para mí es una invención de él, entre lo gauchesco y lo moderno, y cuando apareció con la propuesta, dudé, tuve miedo pero me animé. Ahora estoy feliz, aprendo un montón de los actores, de las actrices, y de él”. En la obra, que explora la magnitud de la criatura mitológica guaraní en lo cotidiano, el personaje que encarna Julieta canta un tema que el músico Lucio Mantel compuso especialmente para la obra. 

Pasaron más de diez años desde que Julieta subió a cantar a un escenario, pero eso no impide que siga poniéndose muy nerviosa y preguntándose por qué lo hace. “Siempre la respuesta es que estoy ahí para encontrarme con la gente. Es un momento sagrado, un abrazo enorme, una situación de una adrenalina distinta a cualquier otra cosa. No encuentro esa adrenalina en ninguna otra cosa de la vida más que en un momento de salir a tocar con compañeras, compañeros. Es mágico ese momento: el tiempo transcurre de otra forma”. 

Pronto filmará un cortometraje con el director salteño Martín Mainoli y esto representa un nuevo desafío, como cada uno de los que mira de frente y, con dudas y temor igual arremete. Y en cuanto su actividad laboral se lo permita, irá corriendo a La Calderilla a ver a sus perros y a trabajar la huerta que le dio de comer durante la pandemia: “Son momentos de mucho cambio: por ahora camino por los cerros, y no lo puedo creer”.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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