Sigamos en contacto

Nota

De cuarentena en un hotel porteño: una científica cuenta cómo la lucha contra la pandemia puede convertirse en simulacro

Publicada

el

La doctora en Biología Alicia Massarini está con su familia en cuarentena en el hotel Presidente desde el 23 de marzo, cuando volvió de Brasil. ¿Con qué se encontró? Prepotencia en Ezeiza, inexistencia de atención médica real y de explicaciones, voluntarios en el hotel que en realidad son trabajadores precarizados, médicos que por teléfono reconocen su desacuerdo con el protocolo que se aplica, personal del hotel sin resguardo alguno para su propia salud, instrucciones insólitas, falta de información y de contención, entre otras cosas. Reflexiones sobre la situación. La “malvinización” del coronavirus. El negocio hotelero. Los acatamientos frente la necesidad de pensar. La ciencia cuando se transforma en dogma. Las rupturas “despreciables” de la cuarentena, y las que hay que comprender. Lo que se debate y lo que no, esperando el hisopado.

(Novedad posterior: Tras publicarse esta nota, este martes 31 de marzo, los pasajeros alojados en el hotel Presidente fueron convocados, se les hizo un hisopado, y tras varias horas se les permitió ir a culminar el cumplimiento de su cuarentena en sus hogares, en lugar de permanecer en un lugar que se estaba convirtiendo en un foco de contagio. Celebramos el triunfo de un bien escaso llamado sentido común. Aquí la nota completa).

“Estamos aislados, angustiados y convencidos de que esta práctica no es racional epidemiológica ni humanamente” dice a lavaca la doctora en Biología Alicia Massarini, instalada en uno de los hoteles (el Presidente) dispuestos por la Ciudad para aislar a los pasajeros que llegan desde países considerados de riesgo.

“Estamos exponiéndonos sin ningún control y exponiendo a los trabajadores de los hoteles. Aquí somos unos 250 pero hay más de 2.000 personas en cuarentena en unos 10 hoteles, por lo que pudimos saber”. No se trata de una pasajera quejosa, sino de una científica comprometida con temas de ciencia, salud pública y cuestiones socioambientales, asombrada en este caso por los mecanismos porteños para enfrentar al coronavirus que le toca ver de cerca.

Massarini es doctora en ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora Adjunta de Conicet. Profesora de la Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (UBA). Profesora de la Maestría en Enseñanza de las Ciencias (UNSAM). Coautora de la 7° edición de Biología de Curtis y forma parte del equipo que integra el Diplomado Andrés Carrasco en Periodismo y Comunicación Ambiental.

La amenaza y el premio

Cuenta Alicia Massarini: “Estoy con mis hijas y mi actual pareja. Íbamos a volver el 22 pero cancelaron vuelos y tuvimos que sacar pasajes para el 23. Al llegar a Ezeiza nos separaron en dos filas según nuestro domicilio, en CABA o en provincia. A los de CABA nos mandaban a hoteles, y a los de provincia podían ir a sus casas pero a poncho, por su propios medios. Si el problema era la circulación de personas y del virus, en esos casos la gente quedaba sin ninguna contención ni resguardo y sin ningún transporte que los llevara pese a que todos veníamos en el mismo vuelo y del mismo país”.

Traducción: si los domiciliados en Capital eran peligrosos, los de provincia lo eran en la misma medida, pero quedaron a su arbitrio. Todo un error desde el punto de vista del control de la enfermedad. “Pero lo que nos dijeron funcionarios de Ciudad es que su incumbencia era con quienes vivían aquí. Los otros se tuvieron que ir por las suyas. Eso ya era inconsistente y no es coherente con ningún protocolo nacional ni con algún criterio epidemiológico válido”.

La descripción de la situación en Ezeiza: “Fue muy tortuoso. Fueron unas 3 horas con la gente una al lado de la otra sin criterio de aislamiento. Eso lo organizaba la policía Aeroportuaria. Pero no había ningún funcionario, y menos todavía algún equipo de salud que estuviese supervisando”.

Al aparecer funcionarios de Ciudad, Massarini pidió que le explicaran el marco legal, el protocolo, de lo que se estaba haciendo. “No nos mostraron nada, y como yo insistí, uno de los funcionarios me dijo que el día anterior habían detenido e iniciado causa penal a un matrimonio que se había puesto violento”.

Massarini no es violenta, ni pateaba puertas como se informó sobre esa pareja, pero entendió el mensaje: “Era una amenaza. Me estaban diciendo: no moleste, porque esto termina en una causa judicial. Así que no seguí con eso, más que nada para no violentar a mi familia. Pero me llamó la atención el grado de prepotencia y autoritarismo”.

Subieron a la gente a micros de la empresa Tienda León, sin tampoco informarles nada. “Nadie hablaba con nosotros hasta que apareció un chofer que le dijo a los de adelante a dónde iríamos y esas personas se dieron vuelta sonriendo, triunfantes: ‘tranquilos que nos llevan al Presidente’ decían, como si fuese una gran noticia, o un premio”.

De cuarentena en un hotel porteño: una científica cuenta cómo la lucha contra la pandemia puede convertirse en simulacro

Voluntarios pero no tanto

En la puerta del hotel les dejaron el equipaje en el suelo. Los pasajeros fueron recuperando sus valijas y subieron a las habitaciones acompañados por voluntarios. “Después supimos que muchos no son voluntarios, sino docentes precarizados a los que en buena medida obligan a hacer este trabajo con la amenaza de perder su continuidad laboral si no acceden”. El tema fue denunciado además por ADEMYS, la Asociación de Docentes de la Enseñanza Media y Secundaria (https://www.ademys.org.ar/v2/docentes-precarizadxs-coronavirus-y-voluntariado-el-uso-de-trabajadorxs-de-jornada-extendida/)  

Observa Alicia: “Se nota que los voluntarios no lo son, ni están siendo capacitados ni tienen una claridad con respecto al protocolo como para hacer lo que hacen. Son personas que están molestas y que preferirían estar haciendo su propia cuarentena. Vino una chica con un pulverizador. Le pregunté qué era y me contestó: ‘un líquido’. No sabía lo que estaba haciendo”. 

La cuarentena se cumple en cada habitación. “Te dan un número para llamar al lobby del hotel. Se supone que te atienden médicos, pero nunca vimos a ninguno, ni tampoco a psiquiatras. Encontré también que los profesionales en Salud Mental denunciaron el tema” relata Massarini, en referencia al Centro de Salud Mental Nº 3 que fue convocado para asistir justamente en los hoteles porteños. Sus profesionales se ofrecieron a hacerlo solicitando mínimas medidas de precaución de las que no tuvieron respuesta. “Nos respondieron arbitrariamente repartiendo a los profesionales a diferentes hoteles para asistir desde el lunes 30/03 sin un esquema de trabajo claro, protocolo, ni recursos suficientes para contener una situación que ellos mismos generaron al obligar a los pasajeros a hospedarse en hoteles” informó el Centro en un comunicado.

Continúa Alicia su historia de estos días: “Este lunes quisimos hablar con los médicos, tanto por estar en la edad de riesgo, como porque mi pareja tiene antecedentes cardíacos. Estuvimos intentando desde las 8.30 pero nos decían cualquier cosa: que el médico había salido, que probáramos luego. Nuevamente: se nota que no hay contención alguna”.

A la inversa, recibieron un llamado para preguntarles la edad y si tenían alguna enfermedad previa. “Pero ese llamado fue al cuarto día. Y la médica que llamó al conversar terminó reconociendo que estaba totalmente en desacuerdo con lo que están haciendo pero que no les prestan atención y sus opiniones no valen”.

De cuarentena en un hotel porteño: una científica cuenta cómo la lucha contra la pandemia puede convertirse en simulacro
La bióloga Alicia Massarini limpia ella misma su habitación.

Contagio y negocios

Cuenta Alicia Massarini que la limpieza estuvo a cargo al principio de los voluntarios involuntarios. “Venían con esos líquidos y los tiraban en los baños. Después contrataron a una empresa de limpieza de clínicas y quirófanos, pero esos trabajadores dicen que no les corresponde esa tarea y que vienen acá obligados. También ellos querrían hacer su cuarentena”.

Los primeros días recibían algo llamado “catering”. “Era un desastre. Ni qué decir que no había nada para vegetarianos, celíacos o veganos. Es cierto que al menos traían algo, hubo hoteles en los que nos contaron que no recibieron comida durante dos días. Pero después pusieron a cargo de la cocina a los trabajadores del hotel y mejoró mucho. Creo que también los obligaron y los hacen repartirla con sus uniformes y no con equipo especial para una cuarentena. Entonces esto más que un hotel es un foco de contagio entre nosotros, y también para los trabajadores involucrados”. 

De todos modos, en el sistema desinformativo, no tuvieron datos sobre si alguno de los pasajeros estaba infectado.

“Pudimos armar un grupo de WhatsApp pero en seguida se notó que hay gente del oficialismo porteño que logró meterse, con discursos muy estructurados, sistemáticos, sobre cualquier comentario crítico que aparezca en el grupo. Te deja la sensación de un estado policial”.

Todo este mecanismo no es idéntico para pasajeros de otros vuelos. “Supimos que hubo un vuelo posterior, desde Miami, y a la gente la mandaron a su casa. Tal vez se habían saturado los hoteles, o no sé cuál es la explicación. Mi hipótesis es que tal vez haya un negocio, como siempre, en este caso con los hoteles. Esto se les empezó a ir de las manos porque hay muchas denuncias, y ahora no saben cómo cerrarlo”.

¿La ciencia es una religión?

¿Cómo interpretar las medidas que puso en marcha el gobierno? “El gobierno nacional se alineó con las indicaciones de la Organización Mundial de Salud (OMS) y desde esa perspectiva lo que hacen con la cuarentena es correcto, más allá de que en ciudad lo que hacen en este tema de los hoteles es un mamarracho”.

A la vez Alicia cree que hay que reflexionar sobre los modelos en base a los cuales la OMS hace sus recomendaciones. “Hay un debate sobre criterios y consideraciones para tomar una decisión como esta. Hay países que hacen cosas diferentes, como Suecia, y lo debe hacer con asesoramiento también de sus expertos. O sea: hay diferentes formas de pensar el problema. Pero acá la razón tecnocientífica parece ser una religión. Imponer la razón tecnocientífica es un reduccionismo que empobrece la posibilidad de pensar el problema integralmente. Pero aún dentro de esa lógica, hay distintas formas de pensar to que está pasando. Sería importante entonces un debate político y científico con distintos actores sociales sindicatos, partidos, movimientos. Espacios para debatir y pensar. Ya que estamos en el barco de la cuarentena, el debate debería ser: ¿cómo salimos?”.

De cuarentena en un hotel porteño: una científica cuenta cómo la lucha contra la pandemia puede convertirse en simulacro
Uno de los alimentos ofrecidos en uno de los hoteles: galletitas “Cautiva”, sin metáforas.

La malvinización coronavirus

El problema del debate, podría decirse, es que choca a veces con la necesidad de medidas urgentes: “Por supuesto. El tema es ver si esa voz científica es la única. ¿Qué dicen los científicos sociales? Hablamos de cuarentena en casa, pero sabemos que no es lo mismo el que vive en una casa confortable que quien vive en un barrio vulnerable. Eso hay que pensarlo integralmente, más allá del asistencialismo. Y no responder solo a la lógica estadística sobre cómo se dispersa el virus. Estamos todos de acuerdo en que hay que achatar la curva de crecimiento, pero la complejidad del problema no está considerada si solo vemos ese aspecto”.

Massarini cree que en momentos como éste “aparece un sesgo autoritario policial. Una malvinización del coronavirus, la obligación del consenso. Me parece que tenemos que tomar una política, como se ha hecho, pero eso no quiere decir que no podamos seguir pensando críticamente y disentir con algunas cuestiones. Por ejemplo, que la razón tecnocientífica no es una verdad absoluta. Se lo toma como un dogma de fe. Creo que hay que escuchar a quienes plantean otras opciones, para contraponer ideas. Eso es sano. No es un acto delictivo disentir. Hay que darle lugar a las posturas divergentes aunque no estemos de acuerdo”.

Imagina Alicia un marco más amplio de discusión: “Marcos más democráticos, que haya actores sociales involucrados en los debates, aunque el Ejecutivo sea el que tome las decisiones. Necesitamos un debate más abierto donde todos expresen sus posturas y sus saberes. De lo contrario se pueden cometer muchos errores incluso para que las políticas del Ejecutivo sean efectivas”. 

Los despreciables y los comprensibles

Sorpresa. Los huéspedes del Presidente recibieron un instructivo: “Indicaciones de higiene para pasajeros en aislamiento”. Les dieron una botella de lavandina y un balde para limpiar el baño y les proponen “limpiar a habitación con agua y jabón (superficies de madera y alfombras). “Te imaginás lo que es lavar la alfombra con agua y jabón. Son cosas sin sentido. Como lo médico. No nos vio ningún profesional, pero al tercer día nos dejaron en el piso, delante de cada puerta, un termómetro para que nos tomemos la fiebre. Esa fue la única atención médica que recibimos”.

Entre muchas cosas, Alicia Massarini es autora junto a Adriana Schnek de Ciencia entre todxs, un libro científico que discute a la ciencia, y que entre muchas otras cosas desbarata la “neutralidad” de la tecnociencia, y reivindica el pensamiento crítico. “Pero el pensamiento crítico parece no tener lugar en una situación como esta,  donde lo que vale muchas veces es la subordinación. Las personas que no cumplen las medidas son indeseables, pero hay muchos que no la cumplen porque no pueden. El que vive día a día, el que no tiene  ingreso alguno en barrios vulnerables. Criminalizar y estigmatizar a los que no cumplen me parece siniestro, y aparece ese sentimiento bélico de todos contra el virus, y el  que hace algo distinto es una especie de enemigo. Así se obtura toda discusión”. 

El problema es que aparece una farándula conocida: empresarios en yates y Mercedes, socios de countries que llevan al personal doméstico en los baúles, surfers huyendo, rugbiers pegando. “Claro, son expresiones de clase despreciables, que despiertan bronca. Pero no son el único escenario que no cumple la cuarentena, Hay otros escenarios como los que te mencionaba antes que hay que comprenderlos,  y no pueden ser tratados del mismo modo, como si fuese una cuestión bélica”.

Alicia se apura a aclarar que no está llamando a romper la cuarentena ni a hacer bolsonarismo explícito. “Está bien, vamos a respetar las medidas que marca la política. Pero respetar no quiere dejar de pensar críticamente. Y hay que valorar el disenso como algo positivo y necesario. Porque si no te tapan la boca si estás en desacuerdo como si fueses un enemigo, y no es así”.

La lección de un barbijo

Propone Alicia, por ejemplo, estudiar qué hacen los suecos y con qué fundamentos para tomar un plan de acción diferente. “Tal vez lo que hacen allá no sirve acá, pero es importante conocerlo. O entender los problemas de contexto. Por ejemplo, en nuestro país, ¿qué va a pasar con chicos que tienen  daño genético por agrotóxicos, o personas con su salud quebrantada por estar sometidos a intoxicaciones crónicas? ¿Cómo van a responder sus organismos frente a la agresión del coronavirus? Son preguntas pertinentes que tenemos que hacernos y para la que no alcanza la estadística. Al contrario, la estadística invisibiliza y reduce. Entonces, no alcanza con alarmarse y asustarse: hay que entender”.

En 2019 se organizó en Rosario una Marcha de los Barbijos, contra las fumigaciones y en rechazo a un modelo agroindustrial que contamina y enferma masivamente grandes zonas transgénicas y de monocultivo del país. Allí marcharon, juntas, la Madre de Plaza de Mayo Línea fundadora Nora Cortiñas y Alicia Massarini, ambas con sus respectivos barbijos.

“El mismo barbijo fue el que usé ahora, volviendo de Brasil” cuenta Massarini.

¿El barbijo es un símbolo de que lo ambiental y la pandemia son problemas que responden a una misma lógica? “Si uno comprende la destrucción de ecosistemas, la construcción de megaciudades, la relación enferma que tenemos co la naturaleza, y en función de eso la aparición de zoonosis, enfermedades que aparecen por ese proceso de destrucción y el traspaso de virus mutantes de especies salvajes que infectan a los seres humanos. Eso permite pensar la pandemia. Y entender que si todo sigue así, no va a ser la única, ni algo excepcional”.

La espera es de una semana más. “Ahora dicen que tal vez nos hagan un hisopado y nos manden a terminar la cuarentena en nuestras casas, monitoreando a cada persona según el resultado. No se entiende por qué no lo hicieron el primer día. Es un disparate tenernos acá, con un posible foco de contagio entre nosotros y los trabajadores. Tomando el recaudo de hacer una muestra al llegar se solucionaba. Hubiese sido caro, pero muchos caro es lo que están haciendo ahora, y epidemiológicamente injustificable” dice Alicia, desde el piso 17, pensando en cómo seguirá esta historia.

De cuarentena en un hotel porteño: una científica cuenta cómo la lucha contra la pandemia puede convertirse en simulacro

Nota

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Publicada

el

Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Seguir leyendo

Nota

Un abrazo contra la motosierra

Publicada

el

Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Seguir leyendo

Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Publicada

el

Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

Seguir leyendo

LA NUEVA MU. La vanguardia

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido