Sigamos en contacto

Nota

Hasta siempre, maestra

Publicada

el

“Si la resistencia la pensás como oposición, es un caso. Pero si la pensás como tejido, es otro. Y se teje con lo que hay. Y hay malo y hay bueno. Y lo malo se ha incorporado a lo bueno, y viceversa. Eso es así. Pero también es así que en algún lado debe estar escondido nuestro yo comunal, aquello que nos hace sentir parte de algo inmenso. Si pudiéramos hacer florecer eso, todo sería distinto. Y eso no florece con palabras, quizá. Eso hay que hacerlo juntas. Eso hay que hacerlo juntas. Si vos me preguntás cómo se hace el chuño no puedo enserñártelo bien con palabras: lo tenemos que hacer juntas”. Hoy nos enteramos de la muerte de María Lugones, pensadora, activista y teórica feminista, autora de -entre otros ensayos- Colonialidad y género, un texto clave para pensar la historia y el presente. La despedimos con esta charla que la periodista y fundadora de lavaca, Claudia Acuña, tuvo con ella en agosto del año pasado. ¿Cómo se hilvana una teoría desde la práctica, desde una vida atravesada por el machismo, la violencia y la insurreción? El resumen de una charla de seis horas en la antigua casa de los Lugones en el conurbano profundo, donde esta académica argentina sonríe y plantea lo que nadie. De la decolonialidad al yo comunal, qué es lo que está siendo y naciendo.

Hasta siempre, maestra
Foto: Martina Perosa.

Por Claudia Acuña

La avenida Don Bosco representa la mejor manera de explicar el fundamental aporte a la teoría feminista que hilvanó la filósofa María Lugones. Desde el nombre -que evoca al legendario cura salesiano- hasta la numeración de las casas: de un lado, van por el dos mil quinientos, del otro por el trescientos. La diferencia indica que estamos en el límite entre los partidos de La Matanza y Morón, lo cual significa que para ubicar la casa de la familia Lugones, además de conocer la dirección exacta hay que tener el dato del municipio que le cobra los impuestos. Lo interesante es que no hay ninguna señal que haga visible ese dato. Nada. La avenida es idéntica en ambos lados: una postal del bombardeo neoliberal a la que fue sometida esa barriada obrera. Fábricas abandonadas, templos evangelistas, casas en permanente estado de construcción, y carteles con promesas electorales. Kilómetros y kilómetros sostenidos durante décadas y décadas así, desde Haedo a Rafael Castillo, separados por una arbitraria diferenciación, para comodidad del Estado.

Fue el peruano Aníbal Quijano el primero en describir este mecanismo de clasificación en un texto que cambió la mirada de las Ciencias Sociales sobre el actual proceso de crisis civilizatoria. En Decolonialidad y poder, publicado en el año 2000, señaló que en nuestro continente se había iniciado un proceso global que dividió a la población en razas, consagrando el eurocentrismo. Y que con ese acto depredador de la multiplicidad se había también consagrado el control de la subjetividad y del saber. Quién es qué y quién sabe. María Lugones lo conoció en la universidad Binghamton, de Nueva York, donde enseña Literatura Comparada. Fue Quijano quien se interesó en sus clases y comenzó a frecuentarlas, atraído por la diversidad de estudiantes que María cobijaba y el clima de debate permanente que ella criaba. Así conoció María su trabajo teórico (“me tocó la imaginación”, confiesa ahora) y así también se atrevió a completarlo con un texto que publicó en 2006 y que Quijano abrazó como parte fundamental de su teoría.

En Género y decolonialidad María Lugones señala que el proceso de clasificación que se inició con la brutal Conquista, además de clasificar a la población mundial por raza la dividió por sexo. Antes no existía esa diferenciación poblacional. Ni hombres, ni mujeres: el genocidio no nos dejó siquiera palabras para nombrar qué éramos.

Así Quijano y Lugones nos dieron la posibilidad de pensar que si este mundo horrible que habitamos fue clasificado de una forma, y antes hubo otras, ahora que las crisis lo destrozan, podemos imaginar variantes más humanas.

Algo así como cambiar las numeraciones de la Avenida Don Bosco, hasta que sean menos desorientadoras y arbitrarias.

Mientras tanto, hay que recurrir a la intuición y a las vecinas para ubicar dónde vamos.

Llegamos.

Hasta siempre, maestra

La escena del crimen

la casa de la familia Lugones son, en realidad, tres que están enclavadas en un enorme predio que sostiene una chacra en medio del caótico asfalto del conurbano. La principal es imponente y de adobe. Son los restos de lo que fuera una enorme estancia en los años en que esa zona era indómita y rural. Allí se instalaba la familia Lugones con sus dos hijas y sus dos hijos, para pasar el verano. Allí, también, María aprendió a treparse a los árboles, patear la pelota y jugar rudo con sus hermanos varones, hasta que un día descubrió que tenían más fuerza que ella. “Me dio bronca. Mucha”, admite ahora, sentada en el living de la segunda casa ubicada a varios metros de la principal, y a pocos de la piscina: la que correspondería a los caseros. Eso significa que estamos en la escena del crimen y por eso mismo, para comenzar a hablar de la historia que le da raíces y alas a su teoría, María levanta el dedo índice y señala la pequeña ventanita con gruesas rejas que tiene frente. “Por ahí me pasaban la comida”.

Lo que comienza a contar María, entonces, es la historia de la cual somos hijas, nietas y hermanas. Lo que hizo con ella es, entonces, nuestra herencia.

Todo empezó cuando María comenzó a ir a la facultad, que inició a los 15 años porque terminó el secundario rindiendo dos años en uno. A los 17 conoció a un muchacho que la atrajo. Le pareció prudente anunciarle a sus padres que había decidido tener relaciones sexuales con él. “Todas las muchachas que conocía tenían relaciones sexuales, pero lo escondían. Y pensé: no está bien esconder. Por muchas razones. Pero una principal es de seguridad: puede pasar cualquier cosa y no podés pedir ayuda porque estás mintiendo”.

Lo dijo durante la cena.

Y esa noche su padre la encerró en la casa de los caseros.

“Estuve un montón de tiempo viviendo acá, solita”, dice ahora mirando fijo la pequeña ventana. Durante todo ese tiempo se fabricó con lo que tenía a mano una herramienta capaz de romperla. Cuando lo logró, escapó de madrugada y a la carrera. “Corrí hasta la parada del colectivo y le pedí al señor que me dejara pasar sin boleto, porque no tenía plata. Y entonces fui al centro a ver al muchacho. Y el muchacho y su padre me entregaron a mi papá. Y mi papá me metió en el auto. Iba mi mamá, no recuerdo si alguno de mis hermanos… y me llevaron al manicomio. Y en el manicomio me hicieron el tratamiento que me hicieron… nunca me vio un médico, psiquiatra, nada. Eran shocks insulínicos, que ahora están prohibidos. Después me ponían el chaleco de fuerza y me ataban a la cama. El colchón estaba lleno de agua porque transpirás mucho… Y después caía en coma… Y cuando caía en coma me daban azúcar por las venas para despertarme. En una de esas tantas caídas en coma, estuve inconsciente diez días. Ahí decidieron parar con los shocks insulínicos. Y comenzaron los electroshocks. Después, las pastillas. No me podía mover. El cuerpo no me respondía. Todos los días me tenía que decir: por qué estoy acá. Todos los días me tenía que repetir: no me van a domar. Mi preocupación era que no me arruinen el cerebro, porque ya no podía ni sumar ni restar. Cuando me venía alguien de mi familia de visita me traía libros, pero me los sacaban. Hasta que me trajeron un diccionario de inglés y no me lo sacaron. Así que pedí de otros idiomas. Y empecé a estudiar eso: idiomas. Y me convencí que eso me podía salvar el cerebro. Y de ahí me aferré. ¿Pero sabés lo que aprendí ahí de importante? Para darte un electroshock, primero te hacían hacer pis. Entonces, de forma muy perversa, en vez de avisarte que te llevaban a hacer un electroshock, te decían: “María: andá al baño”. Y vos ibas temblando, porque sabías lo que eso significaba. Y cuando volvías del baño, le decían a otra: “Ahora andá a vos”. Y entonces ya no sabías si te tocaba a vos o a ella. Y en medio de esa desesperación, de ese terror, había una mujer que siempre les respondía lo mismo: “No puedo porque estoy ocupada”. Y entonces se ponía a mover las manos así (María comienza a girarlas como en el juego Antón Pirulero) y eso era todo… pero era demasiado para una situación y un lugar así. No estaba solamente diciendo que no, sino diciéndoselo a sí misma, en una repetición que le hacía bien, que la calmaba, que la aislaba de eso. Y que, a la vez, te transmitía que en ese cuarto había algo más que violencia. Era una forma de poner en acto un sentimiento colectivo y de activar una fuerza que nos unía”.

Eso es para María la resistencia: sentir el yo colectivo.

Ahora cuando ya las lágrimas que compartimos durante la charla son un recuerdo, busco los datos que me faltan sobre el responsable de todo ese padecimiento. Sólo tengo un dato: el padre de María fue el primer decano de la Facultad de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. La web los completa: Zenón Lugones fue presidente del centro estudiantil en 1932 y presidente de la Federación Universitaria dos años más tarde. Y, habiendo sido reelecto como decano en 1962, renunció en 1966 para repudiar esa irrupción del gobierno de Onganía que pasó a la Historia como La noche de los bastones largos.

Género y palabras

«En el manicomio aprendí a leer la resistencia. Creo que todo el mundo resiste. A veces así, con el movimiento de las manos. No todo es palabra y en la resistencia, menos. Por ejemplo, si a una mujer la están violando, y ella sigue los movimientos del tipo con su cuerpo, yo lo veo como una resistencia para que el tipo acabe y se vaya”.

María sabe de qué está hablando: al salir del manicomio volvió a encontrarse con aquel muchacho. Y la violó.

No pudo contarle a nadie lo que le había pasado – ni el encierro, ni la tortura, ni la violación-, pero comprendió rápidamente que tampoco su entorno familiar podía soportar el peso de aquel silencio, así que ideó su escape de forma tal de conformar a todos: ir a estudiar al extranjero. A su padre la idea lo alivió, pero sólo si iba con aquel muchacho.

Y así fue.

Y así estudió Filosofía en la Universidad de California, y luego obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas en la de Winsconsin. Su tesis fue sobre Moralidad y Relaciones Públicas.

Durante todo ese tiempo logró eludir la violencia de aquel muchacho gracias al refugio que representó vivir en los dormitorios universitarios, separados por sexo. “Nunca más me pudo pegar, nunca más me pudo violar. Comencé a tener voz propia, porque podía expresarme bien en inglés. Y a tener una presencia personal, no dependiente del hombre que estuviera a mi cargo. Fue entonces cuando me enamoré de Claudia Carl -que murió de cáncer de pulmón hace pocos años- y descubrí que era lesbiana”.

También descubrió al feminismo, y sus variantes raciales- blanco o de color- que encendieron su imaginación, creando una serie de trabajos teóricos que jamás fueron traducidos al castellano, porque derrumban muchos de los privilegios construidos por la burocracia de género. Explica María: “Comencé a pensar la palabra ‘género’ como la palabra con la que el eurocentrismo definía ‘humano’, es decir, como forma de nombrar solamente al hombre. Porque para la eurocentralidad, la mujer buguesa también era humana, por dos razones. Una, porque se suponía que era la responsable de enseñar la moral a sus hijos, porque a pesar de que no le reconocían la capacidad de filosofar sobre la moral, aceptaban que podía imponerla. Y la otra, porque podía tener hijos que eran ‘humanos’, de una manera que las mujeres proletarias no podían hacerlo, porque estaban percibidas más como máquinas de reproducción que otra cosa. Entonces el ‘género’ me apareció como una marca de lo humano moderno, atado al Estado Nación, a la ley, y al Hombre. Eso implica, por ejemplo, entender que el llamado feminismo blanco quiera tener todo lo que tiene el hombre blanco, incluyendo la autoridad para explotar a los demás. Pero también implica comprender que esas mujeres blancas y burguesas habían sufrido una forma de opresión que reside en el aislamiento, al estar encerradas en una casa con los hijos, mientras que las mujeres de color nunca tuvieron ese ámbito de opresión: la prisión fue muy distinta. Es decir, al mismo tiempo que la mujer blanca y burguesa tenía acceso a suficiente comida, ropa, albergue, también lo que le garantizaba todo eso era una especie de cárcel y padecía condiciones que enfatizaban su infantilización. En tanto, las negras o indígenas padecieron condiciones miserables, pero en términos que nunca le hicieron perder su sentido de pertenecer a una comunidad. No podemos hablar en términos de ‘igualdad’ -porque esas culturas no funcionan lógicamente con ese sistema, sino con la lógica de la oposición-, pero sí de compartir las mismas condiciones todos los integrantes”.

Hasta siempre, maestra

¿En qué sentido funciona esa otra lógica de oposición?

Más que una lógica debería decir cosmovisión. Y funciona en el sentido de que nada es separable de nada. Los humanos somos agua, bichos, aire. Y si pensás en términos de oposición el tema hombre y mujer, la complejidad de esa cosmovisión te advierte que son intercambiables, mutables, porque son fluidos. Se trata de un balance, siempre inestable y en movimiento. Pero incorporar esas posibilidades es realmente perturbador para el pensamiento occidental que se nos inculca desde los seis años. Si pensamos que el género es una parte de la modernidad occidental, y que entonces es una manera de opresión porque tiene una comprensión extremadamente rígida, que reproduce esa dicotomía, esa dualidad que es binaria, que es dura, ¿qué nos queda a las académicas, investigadoras, intelectuales? Nos quedamos sin palabras. Y si pensamos que cuando hablamos del feminismo no podemos hablar de “la mujer” porque no hay un sola manera de serlo y que el feminismo no es una mera cuestión biologicista, ¿qué nos queda? Nos quedamos sin sujeto.

¿Entonces?

Estamos en una transición intelectual, emocional y hasta física. Y es ahí donde hay que quedarse. En esa ambigüedad.

Ser y abrir

María sonríe.

Como una niña encantada y como una maestra que acaba de conducirnos hacia donde quería pero sin forzarnos, sólo haciendo pensar a partir de otros recorridos para lograr llegar a otros lugares y encontrarnos, finalmente, en el abrazo de la palabra. De una sola: ambigüedad. Bancarnos eso, quedarnos ahí, acunarnos en el movimiento que representa el sí, pero también y, tal vez, tampoco.

¿Es eso? Responde María, manteniendo la sonrisa: “Si la resistencia la pensás como oposición, es un caso. Pero si la pensás como tejido, es otro. Y se teje con lo que hay. Y hay malo y hay bueno. Y lo malo se ha incorporado a lo bueno, y viceversa. Eso es así. Pero también es así que en algún lado debe estar escondido nuestro yo comunal, aquello que nos hace sentir parte de algo inmenso. Si pudiéramos hacer florecer eso, todo sería distinto. Y eso no florece con palabras, quizá. Eso hay que hacerlo juntas. Si vos me preguntás cómo se hace el chuño no puedo enserñártelo bien con palabras: lo tenemos que hacer juntas. Hay ciertas cosas que tenemos que vivir sin palabras. Y una de esas cosas es pensar en el cuerpo y en la sexualidad sin palabras, porque eso sería definirlo con una identidad: lesbiana, queer, mujer, trans. Nuestro rol como pensadoras es estar hoy a lado de la gente. En silencio. Tenemos que reemplazar la rigidez de la Modernidad con el cuerpo a cuerpo, el mano a mano, tejiendo juntas el yo comunal. Tenemos que aceptar que nosotras, hoy, no tenemos una lengua que nos exprese. Toleremos esta transición sin cerrar nada. Abramos.

¿Y cómo abrimos?
Estando. Este momento no se trata de “ser” sino de “estar en…”

María está, por ejemplo, tejiendo resistencia desde hace años en una comunidad indígena de Nueva México, a donde llegó de la mano de la educación popular y a donde acaban de ganar una batalla contra una urbanización que les asesinaba el bosque nativo. Vencieron con asambleas y arte, con cortes y canciones, con guisos y proclamas poéticas. “Para llamar a las asambleas los más pequeños iban recorriendo el campo en bicicleta, gritando ‘mitting, mitting’… y así nos reunían. Fuimos al basurero y recogimos de ahí maderas muy grandes que pintó toda la comunidad. Colgamos esas maderas de los árboles y todas tenían colores preciosos. Nos llevó un año ganar esa batalla, pero fue un año hermoso”.

¿Cómo llegaste a esa comunidad de Nueva México?
Fue cuando vino a la universidad Myles Hortton (N de R: gran influencer de Luther King, entre otros políticos de su época) y nos invitó a trabajar allí. Y apenas llegué, me dijeron que estaban organizando una rifa. Les dije: “denme cien números”. Me miraron extrañados. No conocía a nadie. Pero empecé a recorrer casa por casa, una muy lejos de la otra, y así, esa rifa en la mano se transformó en mi forma de entrar a cada hogar, para escucharlos, para conocerlos y para comprenderlos.

¿Las vendiste todas?
Todas.

Lo cuenta y lo festeja como una niña que sonríe por la alegría de haber encontrado, finalmente, la forma de ser más fuerte.

Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Publicada

el

La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

Seguir leyendo

Nota

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Publicada

el

Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Seguir leyendo

Nota

Un abrazo contra la motosierra

Publicada

el

Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Seguir leyendo

LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido