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La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

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(desde Santiago) El pueblo chileno salió nuevamente a la calle contra las políticas del gobierno de Sebastián Piñera. La marcha pacífica y llena de familias fue reprimida por los Carabineros. La TV es la otra apuntada en las marchas, ya que sólo habla del “vandalismo” sin mencionar un reclamo que pide cambios estructurales. Las denuncias de desapariciones. Los graffities en la calle. La vida endeudada. La educación privatizada. Jubilaciones de miseria. Del modelo perfecto a la realidad neoliberal. Testimonios y fotos que reflejan el presente: Chile despertó.

El camión hidrante dobla de repente y sorprende a los jóvenes que cantan, tocan y bailan al ritmo de distintas canciones y consignas. Todos corren como si jugasen al gato y al ratón. Una vez que se va el hidrante, vuelven a sus lugares y a cantar y a tocar y a bailar. Saben que quizá luego vuelvan también a correr.
En las manifestaciones chilenas sucede algo extraño: la gente protesta de bronca y sonríe de alegría. Son las 18.30 en Plaza Italia, pleno centro de Santiago, cuando la represión comienza en forma de gases y agua. Hasta entonces todo sucedía de manera pacífica, con alta presencia de familias, niñxs, abuelas, madres y jóvenes. Para cuando lleguen las balas de goma, solo quedarán los jóvenes.
Pero lo que sucede en las calles excede por mucho el relato de los enfrentamientos –ni hablar de saqueos, desactivados por la propia gente que marcha- entre la sociedad y la policía del Estado. Las calles de Santiago desbordan de jóvenes con carteles, trompetas, redoblantes, máscaras de gas, con sus cuerpos pintados, sus camisas intervenidas, en bicis, hasta en rollers y con banderas chilenas y mapuches. Esa alegría no sólo viene de la potencia de tomar la calle, sino que revela que nadie está agotado después de casi una semana de movilizaciones continuas. Al contrario: cada cartel, cada expresión de cada joven chileno grafica que quizá por primera vez se sienten protagonistas de su propia historia.

La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


El lado oscuro de esta misma rebelión es la cantidad de muertos, heridos, desaparecidos y torturados que no sólo es alta, sino que es todavía una incógnita. Los gases y balas de este último jueves de paro general no alcanzaron la violencia de otras represiones, acaso porque el gobierno no dimensionó una marcha tan masiva o empieza a darse cuenta que la represión no es salida para nadie.
En el top 2 de los señalados por las calles están el presidente Sebastián Piñera y “los pacos” (policías), principalmente los Carabineros. El señalamiento del primero parece evidente. De los Carabineros también, pero la bronca contra la institución aumentó esta semana a la par de la difusión vía redes de videos que mostraban la brutalidad de sus represiones, hasta ejecuciones e incendios y saqueos perpetrados por ellos mismos.
La tercera en el podio quizá sea la televisión, que blinda el carácter festivo de la protesta y no visibiliza la contundencia de los reclamos, mientras repite imágenes de saqueos y “vandalismo”. Ayer, sin más, murió un ciudadano peruano, según la tevé, baleado en medio de uno de esos saqueos. 
Hasta hoy había 19 muertos oficiales, y el Instituto Nacional de Derechos Humanos contabilizó 2.138 personas detenidas, entre ellas 234 niños, niñas y adolescentes, y 407 mujeres.
La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

No son lágrimas. Son los efectos de la represión. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


Santiago anda diciendo
La cultura graffitera de Santiago ahora hizo de la Ciudad un mar de pintadas. No es un lugar común aquí decir que las paredes hablan: las paredes hablan y dicen de todo.
La otra variante espontánea son los carteles. La mitad de los jóvenes lleva sus propias cartulinas escritas con su propia caligrafía. Algunos eligen sus cuerpos para tatuar las consignas de hoy. Y parece que no vale usar frases hechas ni discursos: cada cartel es más ingenioso y sincero que el otro.
Entre las paredes y los carteles, Santiago dice:

  • Hasta que la dignidad se haga costumbre
  • Bienvenidos inmigrantes
  • Piñera avergonzaí a los sagitarianos
  • Arda la Iglesia
  • Asamblea Constituyente ya
  • A (R) mate
  • Agua libre
  • Florecen en la primavera nuevos paradigmas
  • La dictadura continúa
  • Más muertos que renuncias
  • No es sequía es saqueo
  • $hile
  • Existimos porque resistimos
  • Nos mean y la prensa dice que llueve
  • Gobierno culiao
  • Dónde están?
  • La dictadura sexual nunca termina
  • Somos aliens. Vengo del futuro. Piñera ya se fue.
  • Marchamos por lo justo
  • Bielsa Presidente
  • Piñechet
  • Más miedo tenía cuando mamá volvía del shopping
  • Mamá: me fui a luchar por el pueblo, si no regreso me tiene el gobierno
  • No hay salud mental sin justicia social
  • Patriarcado y capital, alianza criminal
  • No es guerra: nos están matando

La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


Desaparecidos de ayer y hoy
Richard Alexis Dildosola Celedón desapareció el viernes 17 en la Plaza O´Higgins, en Santiago, y hasta ayer su familia no tenía novedades de su paradero. Por eso se abalanzan sobre el grabador para visibilizar su búsqueda y denunciar: “Tiene una discapacidad mental y no ha tomado sus medicamentos. Está perdido desde el día 17. Carabineros dijo que lo dejó en Parque O´Higgins la última vez. Estaba conmigo y lo empezaron a golpear los carabineros. Al día de hoy no se sabe dónde está”, cuenta una de sus sobrinas.
Quizá sea esa la mayor de las noticias: hay gente desaparecida. Y familias buscando. Toma la voz Gabriela Carrera, estudiante de Derecho, también familiar del desaparecido Richard Dildosola: “Desaparecemos y nadie hace nada, nadie sabe nada. Nos siguen matando, nos siguen torturando: eso están haciendo en Chile”. ¿Cómo lo buscan ? “Por redes sociales principalmente, y hemos enviado un formulario al Instituto Nacional de Derechos Humanos pero entendemos que son muchas las personas que han desaparecido estos días”. En ese Instituto informaron a lavaca que no tienen cifras concretas de personas desaparecidas o de las que se desconoce su paradero.
Marcos Ojeda lleva la cara de Víctor Díaz, desaparecido en  1973. “Desde la dictadura hasta ahora, los desaparecidos no han cesado”, asegura. Juntos militaban en el Partido Socialista durante la dictadura de Augusto Pinochet; tiene además otro familiar desaparecido, Oscar Lago. ¿Por qué trajo esta foto hoy a la marcha? “La conexión es que ellos fueron desaparecidos y asesinados en una dictadura que paradójicamente es parecida a la democracia de hoy. La Constitución de Pinochet es la misma de hoy. Y la represión, los asesinatos, los abusos, la desigualdad, la salud, la educación, la vivienda: en todo eso, los modelos son iguales”.
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Mujeres frente a carabineros. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


¿Cómo son esos modelos en la práctica? Marcos tiene 50 años y una hija de 30 y pico. Cuenta que ella se recibió hace 2 años como asistente social. “Ahora tiene que pagar durante 20 años su educación de 4-5 años”. ¿Cómo? “Le hicieron un préstamo”. Él también lo vivió con otro gran endeudamiento chileno: la vivienda. “El Estado me prestó 3 millones y medio para poder comprar mi casa. Estoy pagando hace 10 años y me quedan 10 más. Y ya he pagado 2 veces y medio ese préstamo, he pagado casi 3 casas. Y me quedan al menos 2 más”.
Nicolás y Camila, 24 años, están parados juntos y serios. Ambos sostienen carteles. El de ella dice: “Ni izquierda ni derecha me representan”. El de él habla también de la vida endeudada: “La vida social que tiene un chileno es a base de endeudarse, como sacar préstamos para poder tener educación, salud, remedios a los abuelos”, relata a lavaca.
¿Qué genera esa vida endeudada? Para Nicolás ése fue el motor de la protesta: “Hay un estrés acumulado constante que después termina en esta histeria colectiva, ahora la gente lo está vivenciando. En los medios de comunicación se oculta esta información o la explican con palabras demasiado técnicas que la gente promedio no entiende. Ahora un grupo de manifestantes empieza a evidenciar cuál es la situación real y dejar de normalizar el abuso. Es que la gente ya no tiene nada que perder, ya lo perdió todo, todo lo tiene el Estado. Y está dispuesta a todo para lograr tener una calidad de vida más digna”.
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No hay marcha atrás. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


La familia que busca a Richar Discola incluye a las hijas estudiantes y la madre docente. Gabriela cuenta su deuda: “En Chile no tenemos garantizados nuestros derechos, somos ciudadanos de segunda categoría: si quiero estudiar, tengo que endeudarme. Y si me endeudo no puedo tener una vivienda digna. No queremos vivir 30 años más así”.
¿Qué tendría que salir de estas manifestaciones? Camila: “Un cambio estructural entero. No sirve que cambien solo leyes, los impuestos, porque son cosas de corto plazo. No sabemos cuánto va a durar. Lo que necesitamos es un cambio estructural político de verdad”.
La joven y combativa Gabriela, remata: “Yo creo que lo que toda la gente quiere es una Asamblea Constituyente. Porque nos han mentido con reformar la Constitución que dejó Pinochet pero no puede ser cambiada sin Asamblea. Para empezar de cero, para que el Estado de derecho respete realmente los derechos fundamentales de las personas. No queremos políticos que lleguen con propuestas que nunca se concretan. Queremos gente que salga del pueblo, que se manifieste, que se baje los sueldos de parlamentario: un parlamentario gana en un mes lo que un trabajador en 10 años. Las diferencias son abismales”.
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Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


Los acomodados también marchan
Angélica Sotomayor lleva un cartel que, fibrón rojo sobre cartón, dice: “No le creas a la TV”. Es jubilada y tiene 4 hijos. ¿Por qué no creerle a la tevé? Angélica: “La TV quiere mostrar solo los saqueos. Tenemos muchos jóvenes muertos por salir a protestar. Estamos hartos de tanta injusticia y no es de ahora solamente, es desde hace tiempo”. ¿Por qué rebalsó el vaso? “Todos los muertos que hay, los jóvenes baleados”, remarca. ¿Ve alguna solución? “La única forma que esto pare es que renuncie Piñera, pero sobre todo que los políticos renuncien a su arrogancia. Estamos aburridos de la arrogancia y de la indolencia”.
Como madre y abuela, Angélica se preocupa por los más jóvenes. Y remarca la importancia de las redes sociales en tiempos de blindaje mediático. Ella se enteró por ahí de las represiones, pero también las vivió en carne propia: “A mí misma me metieron a mi hijo preso, lo balearon y lo metieron en una tanqueta. Es un niño que tiene 3 carreras universitarias y como no quiso desnudarse, lo golpearon”. Su niño tiene 37 años. “Yo no reclamo por mí –sigue-, porque felizmente mi marido tiene un buen trabajo. No todo chileno está así. Yo pude pagar la universidad a mis 4 hijos pero no todo el mundo está igual. La única forma de salir a delante es educados, educando a nuestros hijos”.
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Familia en marcha. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


Dos carteles más allá proponen lo mismo: “Poco libro, mucha bala” y “Estas son mis armas” junto a un dibujo de libros, lápices y una cámara fotográfica.
La más chiquita de la movilización está acompañada de sus dos padres: se llama Ema y tiene 7 años. Sus padres, jóvenes, golpean una cacerolita con un palo de madera y su madre sostiene un cartel que pintó junto a Ema. El padre dice: “No tenemos problemas económicos, venimos de una familia de sacrificio, nuestras a hijas van a los colegios caros de Chile”, confiesa. ¿Qué los trae acá? “Entendemos que la desigualdad que se está generando cada vez mayor y no va a permitir que mi hija se pueda desenvolver en una sociedad más justa”.
Más allá del buen pasar económico, ¿qué le preocupa? “Hay muchos problemas que son éticos: si una persona se sube el sueldo, o se sube un porcentaje como dijo Piñera, es un mal ejemplo para todos. El problema es la clase política que está estancada de muchos años atrás. Y ellos saben cómo salir reelectos. Por eso hay que sacar la reelección, sacar los fueros. Buscar un sistema más justo”, propone, al tiempo que cuenta que viajan a comprar remedios a Argentina porque en Chile “están más caros que en Europa”.
Al lado de ellos, su hija Ema come una mandarina. Su padre la mira y dice: “Lo que ella está viviendo yo lo viví en la dictadura. Salí a la calle cuando 1 millón de personas se convocaron para decirle No a Pinochet. Ahí se lograron cosas importantes. Pero lo que no supimos es que la Constitución del 80 permitía cada vez más corruptos. Hay que cambiar la Constitución: los políticos solo se acostumbraron a ganar dinero”.
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Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


De jóvenes a viejos
Muchos de los jóvenes están en las marchas con sus bicis. Muchos. Una de ellas cuenta que, entre otras cosas, tiene que ver con lo caro del transporte público; y lleva un cartel pegado sobre el manubrio: “Nuestros jubilados no pueden pagar sus tratamientos”.
Natalia, 30 años, es terapeuta ocupacional y trabaja en un instituto público: sabe de lo que habla.Dentro de los pacientes que atiendo hay lesionados por diferentes medidas traumatológicas. Los adultos mayores no pueden asistir dos veces por semana, como se debe, porque no tienen para el traslado, para el micro. Porque finalmente el transporte público está tan caro que no pueden pagar un pasaje ida y vuelta dos veces a la semana”. Es decir: pese a la gratuidad del tratamiento para pacientes graves, el problema económico del traslado termina pinchando esa posibilidad. Detrás, la magra pensión que cobran: “La mayoría de mis pacientes jubilados tienen la pensión básica solidaria, que son alrededor de 110 mil pesos (unos 10 mil pesos). Con eso, si llegas a arriendar no te alcanza para nada más. Ni hablar de transporte. Lo mismo me pasa con pacientes que tienen licencia, porque cuando no le pagan no pueden llegar”.
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Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


¿Cómo le afecta a ella, trabajadora de la salud, el Chile de hoy? No es solo por los 30 pesos, yo me movilizo en bicicleta, entonces por eso no pago, pero el costo de vida es muy alto. Yo debo 9 millones de pesos sólo en crédito universitario. Salí de la universidad hace 4 años, siendo que tuve hace 2 años una bebé. Son muchas las cosas que estamos pidiendo, y es por las generaciones futuras. Sabemos que los cambios no son de un día para el otro, pero yo tengo un hijo que tiene 4 años y quiero que, cuando sea adulto, tenga una sociedad más justa”.
Si mañana cae Piñera, ¿qué se hace? “Yo pido que haya cambios en la estructura pero que se asegura los medios básicos, que haya un estado de bienestar, que las personas puedan tener un acceso a la salud, a educación, a vivienda, cosas que son básicas sin tener que endeudarse, pagar la comida con tarjeta de crédito”.
Natalia también hace un análisis político de otras movilizaciones que ella misma presenció, y que terminaron con algunos líderes apropiándose de las consignas que luego entraron al Parlamento. Ella opina: “La política tiene juegos de poder y amiguismos y mucho funciona desde la burocracia, pero gracias a esos movimientos y a representantes que están en el Congreso se logró por ejemplo una base de gratuidad universitaria para quienes no pueden pagar”.
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Liquidos con limón para los manifestantes afectados por los gases policiales. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


¿Cree que se está renovando la dirigencia política? “Creo que sí, todos van renovando la política chilena y los jóvenes que entraron tienen nuevas ideas un poco más liberales. Yo no exijo cambios radicales desde el primer momento, porque sería utópico, y hay muchos políticos antiguos que no han salido hace millones de años. Pero sí se han creado nuevos conglomerados políticos que lograron algunas cosas gracias a las movilizaciones”.
Marcelo, 50 años, tiene una cerveza en la mano. Está parado junto a una batucada y mueve el pie al ritmo del repique. Para él también los jóvenes “tienen que sacar a estos representantes, tienen que elegir dirigentes juveniles”. Trabajador de la industria gráfica, se anima también a conectar lo que está pasando en Santiago con Ecuador, Bolivia y Argentina: “A Evo Morales le quieren quitar los hidrocarburos, acá el Litio y el agua. En Argentina, la Patagonia. En Ecuador, lo mismo. Este es el despertar de Chile y el fin de un modelo: todo el mundo lo piensa como el país mejor posicionado, más bonito, y un día se da vuelta y ve que somos una mierda de país, que lo tenía disfrazado hace 30 años. No estaba dormido, lo tenían dormido los políticos. La salud, la educación, nuestros abuelos con pensión de mierda”, enumera. Y por último señala a un joven que lo mira mientras habla y le dirige sus últimas palabras: “Cuando peleamos con Pinochet ellos no sabían: ahora ellos saben lo que es el golpe de Estado, la represión, ellos están luchando con las manos limpias. Son niños. Hay que lucharla, hay que pelearla –le dice mirándolo a los ojos-. A lo mejor vamos a salir varios muertos, pero ese es el costo de una revolución. Y por eso voy a seguir defendiendo y admirando esto que se llama rebeldía y se lleva en la sangre”.
El joven se queda congelado y él va y lo abraza. Entonces se ve la frase que llevaba su cartel, hasta entonces dado vuelta: “Nos quitaron hasta el miedo”.

Seguí la cobertura en www.lavaca.org. Cada día subiremos una crónica y fotorreportaje, y reuniremos material para la revista MU de noviembre. La mejor forma de apoyar el viaje es suscribiéndote a la revista desde 100 pesos por mes: www.lavaca.org/suscripcion

La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo
Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.

La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


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Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.


La primavera chilena: crónica urgente desde la crisis del neoliberalismo

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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